No resulta popular hablar con la verdad cuando se les dice a las personas que las ofertas políticas y electorales de muchos candidatos o gobernantes resultarán peor que la enfermedad que hoy se padece en la sociedad en la cual viven.
De tiempo en tiempo, operadores del escándalo y dirigentes populistas en toda América Latina se animan a dar por resuelto el problema de la pobreza, con una frase tan absurda como sus discursos al decir que el Estado lo tiene que resolver. Pero Usted se ha preguntado alguna vez ¿Quién es el Estado?
La respuesta es muy sencilla, el Estado es Usted y lo soy yo también. En la otra vereda –o tal vez eso que llaman trinchera los que nos venden sus sueños de poder- se encuentran los que viven del Estado, es decir de su dinero y del mío, ocupando cargos de gobierno, tal vez en el Congreso, en un Ministerio, alguna Municipalidad, consultorías, contratos de asesoramiento o desarrollando su carrera burocrática, pensemos que con honestidad y sacrificio.
América Latina y en especial Chile, Perú, Colombia y México –los países de la Alianza del Pacífico- se ven envueltos en protestas y movilizaciones contra objetivos que pueden significar progreso y desarrollo.
¿Por qué ocurre ese malestar? Se debe a que todo lo que signifique avance y Libertad se contrapone a los planes de grupos radicales, extremistas, nacionalistas o los nombres que ahora se inventan en las izquierdas para destruir la propiedad privada, el ahorro personal, el sentido de pertenencia.
Los impuestos que Usted y yo pagamos, en distintas formas y modalidades, no generan pensiones sostenibles en el tiempo, porque el fundamento de los sistemas de reparto es que ahora pagan los que pueden hacerlo por obligación del Estado, para financiar la jubilación de los que nos antecedieron en esa forma terrible de aportes sin futuro.
Es una pirámide que castiga a los más jóvenes y condena a los ancianos, teniendo en medio a los que luchan por tener su casa, mejor educación, familia, independencia, emprendimientos.
Todos pierden en un sistema de reparto porque no se trata de ahorros individuales, sino de impuestos que pagan los trabajadores en planilla –los formales- para que tengan algún día una pensión de jubilación los que pueden demostrar por lo menos 20 o 30 años de aportes y además, superar los 65 años de edad en la mayoría de los casos. Y esas pensiones son usualmente más bajas que la remuneración mínima vital.
Frente a este drama histórico, existen los sistemas privados a cargo de las administradoras de fondos de pensiones o AFP, donde cada trabajador es dueño de una cuenta individual de capitalización o dicho en palabras más sencillas, dueño de su libreta de ahorros. Ese dinero se va acumulando en el tiempo y las AFP deben retribuirnos generando rentabilidad cada día, cada mes, cada año, a lo largo del tiempo.
En la trinchera opuesta, los sistemas nacionales o de reparto, van logrando déficit cada día, cada mes, cada año con una facilidad impresionante y sin castigar a los funcionarios o gobernantes que lo permiten.
No existe ningún país del mundo que haya satisfecho las expectativas de pensiones de sus trabajadores jubilados bajo sistemas de reparto, por tres motivos. Primero, porque muy pocos aportan 20, 30 o más años para lograr una pensión al final de su vida laboral. Lo hacen en promedio durante 15 a 25 años. Segundo, porque la informalidad o el trabajo independiente no obligan en muchas naciones a rendir cuentas de los pagos por jubilación futura. Y tercero, porque los políticos irresponsables juegan con ilusiones temporales y pobreza final con sus electores.
Algunos creen que con los impuestos se hace de todo y para todos. No amigos, con los impuestos primero se paga a los que piensan por nosotros –desde el gobierno- cómo pueden hacer ellos para tener más dinero en sus bolsillos, a costa de nuestro sacrificio.
Adicionalmente, de nuestros impuestos, cerca de la mitad se va por el caño de la corrupción y nunca se sanciona en la misma medida del perjuicio ocasionado.
Ningún sistema de reparto funciona, ni en manos del Estado ni en las de un privado. En cambio, el sistema privado de pensiones, con poco más de 30 años de vigencia, ha fortalecido las capacidades de ahorro de decenas de millones de personas y sus familias, va entregando cada vez más, mejores pensiones y mayor cobertura previsional.
Si se trata de tu dinero, de tu futuro, no le creas a los que viven eternamente del Estado o se reciclan con los nuevos gobiernos. Es tu ahorro, propiedad privada, sentido de pertenencia, recuérdalo siempre.