No existen secretos peor guardados de los que guardan sus miserias y delitos siendo partícipes de nuevas formas de poder y hacen a diario en sus escondrijos una especie de cueva de las fechorías. Por eso, no se tratan de unos cuantos soles o de unos cuantos miles de soles, es delito así sea un centavo, es un crimen por donde lo mires, lo leas o lo escuches.
Una banda que suma otras bandas más, formadas por gentes que se han ido agrupando en sus delitos locales, comunales, ronderiles, tribales y hasta sindicales, ha sido puesta la descubierto. De simples choros, de pequeños burgueses pueblerinos, de sembradores de coca y amapola, han ido escalando en sus actos sucios y ruines hasta llegar al gobierno en un proceso electoral inválido, donde cualquiera era vencedor frente a la opción que se descalificaba por representar la derrota al terrorismo. Así fue y así ocurrió, pero claro está que para la prensa de mil inventos y para los políticos de mil tormentos, ganarle al fujimorismo era una obsesión puesta en sus agendas para sobrevivir.
Muchos años pasaron esos grupos del resentimiento de las izquierdas de todo pelaje y desagüe para sembrar cólera y proceder a cualquier acción renegada. El objetivo siempre fue el mismo, contra el fujimorismo. Y lo volvieron a lograr, como en anteriores procesos electorales. Y el fujimorismo, como siempre, se hizo vencer. Estoy describiendo la escena política.
Pero hoy en día, luego de la renuncia de PPK en su momento, acorralado y traicionado por su propio gobierno de lujo y luego de la justa vacancia de un pobre ser como Vizcarra y sus cómplices, luego del fracaso de Sagasti en su pobrísima gestión de enlace entre el fin de un genocida y el advenimiento de un resentido absoluto, parece ser que a través del tiempo, los pandilleros de la corrupción van a caer, pero no siendo solamente el fin del gobierno ultraizquierdista del partido comunista Perú “libre” y sus aliados morados, caviares, progres, senderistas y antauristas, sino el inicio de la carcelería interminable de todos sus componentes.
Ladrones de medio pelo, ladrones de poca monta, pero ladrones todos y todas, de una misma acequia. Ese es el Perú que tenemos que limpiar y lo vamos a lograr, al costo de defender la ley y la Constitución por encima del terrorismo y la absurda revolución de las izquierdas.