Hubo tiempos de lectura donde encontrabas en cada medio de comunicación escrita, un auténtico periódico, un semanario independiente, una revista de interés y opinión. Hubo un tiempo en el que te preparabas con la familia completa para ver “el noticiero” en uno de los canales de televisión de tu mayor preferencia y accedías a información limpia, al recuento del acontecer nacional, a los hechos que en el mundo iban impactando. Hubo tiempos extraordinarios en que las radioemisoras se convirtieron en la señal de independencia informativa en las principales ciudades del país y desde allí, se comenzaban a enlazar con las que estando en Lima, les daban un camino de reciprocidad en la tarea comunicacional.
Hubo tiempos, hubo Periodismo.
El impacto de los acontecimientos políticos, el péndulo entre incipientes y frágiles democracias, con las más feroces y totalitarias dictaduras militares, alejó progresivamente de los lectores, radioescuchas y televidentes, “el periodismo y los periodistas” para reemplazarlos por los militantes y activistas de las ideologías que es esparcían hacia los extremos, inundando de resentimiento primero y odio después, el espectro de las fuentes de información y comunicación, que pasaban a ser fuentes de manipulación y de adoctrinamiento, de sumisión y de complacencia basados en el denominado “culto a la personalidad”, rendición y pleitesía al que gobierna, endiosamiento del cabecilla de los crímenes contra la democracia que volvía a morir, lentamente, a golpes adicionales de deportaciones, exilios, represión y muchos otras formas de alejamiento o silenciamiento de los opositores en cada dictadura y también, a veces, en las renacientes democracias que “cogían algo de esa fuerza anterior” para subsistir.
Lo que parecía periodismo, comenzaba a mostrar sus caretas.
El tiempo fue muy duro para los periodistas que iban resistiendo, para los medios que iban subsistiendo. Eran tiempos sin dependencia del Estado, nunca se vivió del dinero público mediante avisos, publicidad o subvenciones directas o indirectas (negocios conexos, coimas y sobornos a los dueños para dominar la línea editorial y para ser el verdugo de los opositores del gobierno), pero vino ese mal y abundó ese dinero que era del Pueblo, para matar la verdad, para herir la democracia, para avasallar las libertades, “en nombre del pueblo”.
Desde la dictadura militar de la izquierda del resentimiento social, con el general Juan Velasco Alvarado, se inició esa debacle profesional, ese hundimiento moral y esa letanía de la insensatez.
Al retorno de gobiernos en democracia, las vías de recuperación estaban muy heridas, porque durante más de una década el imperio de la dictadura proscribió la Libertad de Prensa y creó batallones de su verdad, con milicias del “nuevo periodismo” totalmente ideologizado en la izquierda marxista y en un caricaturizado progresismo a la inversa.
Universidades enseñando que la Libertad de Prensa comienza con la censura a los medios, que la Libertad de información es esconder la verdad e inventar una nueva historia, con nuevos lenguajes, con rostros que se conviertan en los adalides de un monumento por “algo diferente” que señale culpables y los condene, mientras el proceso revolucionario avanza.
Medios tratando de olvidarse del periodismo y apostando por el negocio con los que están en el poder, periodistas jóvenes sin saber lo que es el Periodismo, periodistas viejos tratando de hacer lo que pueden para tener un ingreso que ayude a la familia, porque sus máquinas de escribir han sido confiscadas.
Qué difíciles tiempos aquellos, que miseria de tiempos los de ahora.
Hoy, los que se inclinaron presurosos en la dictadura militar de la izquierda “revolucionaria”, han llevado al hundimiento a sus medios militantes, porque frente a su activismo ideológico, las redes sociales le han dado espacio, voz y fuerza a los ciudadanos que no creen en el odio y a los Periodistas que nunca callaron y que siempre escribieron con la fuerza del golpe de la Libertad, en el teclado de la razón.
Amigos y no amigos, ha transcurrido un largo tiempo da batalla mediática, que demuestra el fin de los voceros del odio y el oportunismo, están quebrados moralmente, están en la ruina financiera, respiran de sus últimos alaridos y languidecen en susurros sin voz que les acompañe.
El Periodismo está vigoroso entre los más jóvenes de hoy, como lo fue en los tiempos de los más jóvenes de ayer.