La impunidad que esconden las izquierdas, se ve favorecida con los escándalos de algunos protagonistas que siendo supuestos representantes del centro o la derecha, se propagandizan con furia extrema en los medios de comunicación, como tapando un robo de 100, con otro de 50 y otro de 20, siendo todos esos robos, delitos en la función pública elegida o designada, crímenes de igual magnitud en el daño, ya que provienen de la intencionalidad de cometerlos en contra del pueblo al que todos esos sectores políticos dicen representar y a la vez, defender, como en una paradoja del absurdo.
Ladrones y ladronas, corruptos y corruptas, miserables en un solo genero que los une aunque se sientan o se digan “diferentes”. Son la peste política, no es una casta, es una peste.
Decenas de autoridades elegidas por ciudadanos confundidos o manipulados, inclusive impulsadas por bandas de desalmados militantes y activistas, fanáticos e ignorantes que tienen en sus cabezas un mismo discurso, repetido y nuevamente repetido, se convierten en las despilfarradoras y ladronas del dinero público que creen que es suyo, dineros de nuestros impuestos que creen que es de “su” propiedad y no para hacer obras en beneficio del país sino, todo lo contrario, de sus bolsillos.
Hoy vivimos de “escalas delincuenciales diferenciadas” donde las izquierdas reinan en la magnitud de sus fechorías, sin dejar de lado a sus oponentes, que en realidad son sus competidores, porque se roba desde los que se dicen de derechas o del centro, hasta los que son de izquierdas y extremistas.
La corrupción de y desde las izquierdas, el desprestigio que siembran hacia otros para tapar el suyo, el odio que enaltecen como si fuera una respuesta de condena a los demás, ya no les sirve porque los ciudadanos han visto que la alfombra no cubre la porquería que esconden los caviares, los progres, los “académicos e intelectuales de la agresión y la violencia en las calles y las redes”.
Unos roban y otros tambien, es verdad, pero no hay que tolerarlos, se debe denunciar y castigar.