Cualquier improvisado se cree predestinado -ante sí mismo- a ser protagonista de la conducción del país, esa es la nueva moda de la deshonestidad política que se viste de “nuevos partidos” para seguir destruyendo el más mínimo atisbo de institucionalidad, porque no les importa nada más que hacer negocio con el engaño, el populismo y la demagogia en el Perú, como si ese fuera el comportamiento necesario para llegar al poder que otros pierden eternamente, dejándolo en manos de los corruptos, incapaces e impunes. En ese sentido, las izquierdas tradicionalmente estaban llevando la delantera en el engaño y la estafa, pero han nacido por efecto de complicidad, algunos imitadores de ese mal colectivista, para poner en función a sus bandas electorales, a ver si obtienen ingresos extras o se sacan la lotería con la riqueza que generan los impuestos (para robarlos).
El comportamiento de mentir, estafar y delinquir no es atributo exclusivo de unos cuantos o de muchos miles, actitud sucia y perversa que se apropia de la poca integridad y de la ausencia de personalidad ciudadana de muchos otros más, contagiados por el éxtasis de esa pastilla enfermiza del delito.
Vivimos enredados entre desatar el nudo o ahorcarnos en el mismo hilo conductor del fracaso moral de una nación que sigue enferma y no recapacita en su letargo.
¿Qué les pasa a los que se dicen líderes, dirigentes y rostros de representación para ser fanáticos del crimen? Pues nada, que se sienten bien en la impunidad, que se saben dueños de la justicia que nadie administra y menos aún, que nadie tiene capacidad de gestionarla en beneficio de los que claman sus derechos.
Y es por ello que la sociedad, inundada de izquierdas del odio, ahora tiene una filtración constante de seudo derechas del apetito voraz de la conducción gubernamental, por la cual se hacen de construcciones electorales para pugnar hacia el poder, pero al estilo caviar, mintiendo y montando mentiras.
Hoy, el centro es la continuidad de la izquierda y la derivación malintencionada de los que se dicen de derechas. No existe por lo tanto un centro que equilibre ideas contrarias, no existe un centro que sea un péndulo detenido entre lados opuestos. Lo que vemos y comprobamos es que se nota y se delata una especie de sombra sucia sobre el horizonte que no conduce a nada y que resulta, por lo tanto, un engaño más.
Y de toda esta contradicción permanente, hay fantasiosos, ilusionistas, magos del averno y fetiches del odio que se dicen “ser de derecha” y por supuesto que no lo son. Solamente usan la palabra, la mal usan para entorpecer otras voluntades y deseos, esperanzas y sueños que son de otra condición, del espíritu de los principios, los valores y las virtudes.
Las derechas o la derecha en sí mismo, no se hace presente en su esplendor porque le falta conducción, representatividad, líderes con ideas, propuestas y tenacidad puesta sobre la mesa de la sensatez.
¿Pero hay tiempo, hay gentes para que ese clamor se haga presente? Claro que sí. Ya lo verás, porque la derecha viene con fuerza, emergiendo, señalando el rumbo y construyendo inteligentemente esa respuesta que es la palabra de todos y el rostro de nuestra identidad.