Todos los días la misma película, los mismos protagonistas, las mismas barbaridades. Todos los días el mismo odio, igual resentimiento, triste payasada del que dice es del pueblo y nadie, absolutamente nadie del pueblo lo reconoce como líder o voz de respeto. Y seguimos en lo mismo, como acostumbrados a que lo absurdo sea eterno, porque no nos pasa nada, aún.
Sabemos que el país se desmorona pero como en nuestras casas no se siente el impacto que a los más pobres sí les afecta, esperamos “el momento de actuar” o de decir las cosas, salir a las calles o quizás, seguir en el largo suicidio colectivo del silencio. Estamos acostumbrándonos -todos- a que el daño que nos hacen sea secuencial, a que lo que suceda frecuentemente sea natural y ese es el problema.
Vivimos en la dictadura del conformismo, aceptamos que nos destruyan, no discutimos el efecto o la responsabilidad del crimen y el delito, sino que sabiendo de dónde viene, volteamos la mirada porque no nos afecta por ahora, pero decimos que “está mal” y seguimos caminando.
Suben los combustibles de 15 a 21, pero luego bajan de 21 a 19 y estamos tranquilos. Es increíble. Hasta hay gentes que aplauden la “rebaja”, pero no sabemos que esa supuesta rebaja se hace con dinero nuestro, que igual se evapora, que financia un escenario irreal donde hemos pagado alzas injustificadas, para mantener la caja y los placeres de los burócratas del gobierno.
Miren amigos y no amigos: Más del 50% de las familias que tienen hijos en colegios particulares de distinto rango de pensión, están en mora en sus pagos de las mensualidades y se proyecta otro año en disminución de plazas para estudiantes por cambio de escuela (hacia una menor de costo, mayor cercanía o estatal) y por emigración. Esos colegios no resisten mucho tiempo y deben aplicar reducciones de costos (puestos de trabajo), además llevan la carga de préstamos por la pandemia y tienen un flujo de caja que no se nivela todavía. Yo sé que a ti no te afecta, tú observas, egoísta temporal, víctima final.
Y no es sólo en la educación el impacto, porque en la actividad de restaurantes, bodegas, peluquerías, panaderías y pastelerías, servicios de internet y transportes de distintas y diversas modalidades por ejemplo, la informalidad es por ahora la salida, la única respuesta, pero ajustando los gastos al máximo y reduciendo –siempre es así- los puestos de trabajo. Porque donde había un cocinero, ayudante, dos mozos, lavaplatos y el administrador que hace de múltiple, salió el ayudante, un mozo y un lavaplatos, vienen menos clientes que consumen menos y se quejan de los precios. Entonces comienza el dilema de subir precios, un poquito aunque sea para tener un mínimo margen y no quebrar (porque si alquilas el local, es el final).
Ricardo, ¿Tú no ves los restaurantes de Lima, llenos el fin de semana? Por supuesto, si hay 35% menos restaurantes y diez millones setecientos mil personas en todo Lima, ¿Adónde van ir entonces? Sobran clientes y faltan restaurantes que han quebrado, han cerrado. Y los que subsisten, se llenan… solamente los fines de semana, no es todos los días, no mientas.
Pero me respondes: ¿Acaso los centros comerciales no están llenos los fines de semana y la gente compra? Y te digo, claro que sí! Pero solamente los fines de semana. Y no todos compran, sólo lo hacen seis de cada diez y en setiembre serán cinco de cada diez. Y en las tiendas donde había 100 trabajadores mediante contratos anuales, hoy solamente tienen 60 bajo contratos mensuales. ¿Entiendes?
De eso, no se ocupa el gobierno, no hablan los que se dicen ser “la oposición”. Así de transparente es el tema. Vemos una pelea de ubicaciones, donde un Don Nada, quiere reemplazar a un Don Nadie.
¿Y los ciudadanos, y sus familias? Cansados de lo mismo, aburridos, desesperanzados, desilusionados no quieren participar porque entienden lo que significa cambiar un pericote por otro roedor.
Y aún más, discutimos insensateces, resolvemos todos los problemas detrás de una mesa o en el Zoom del barrio o los amigos, mientras el ecran, la pantalla, la cámara muestra la inmensa pobreza que camina en silencio, la multitudinaria imagen de manos vacías y estómagos inflados. ¿No te interesa resolver eso? ¿No te importa si Pedro, Rafael, Mariela, Ana, Esther y Ximena, que son tus amigos también, no tienen trabajo o lo perdieron? ¿Crees que entrar a un centro comercial para dar vueltas es la forma de decir que aún todo está bien? ¿No te sientas a ver la realidad, frente a tu espejo?
Insistiré, insistiré: Discutimos insensateces, olvidamos lo esencial y nos ganan la batalla, hasta perder la guerra. O sales de tu trinchera de hipocresía y felicidad, o te entierras en ella.