De los cerca de cuarenta “partidos políticos” oficialmente reconocidos por el Jurado Nacional de Elecciones sin objeción alguna y pudiendo haber sido un poco más de cincuenta si se prorrogaban las inscripciones en el poco confiable “registro de organizaciones políticas” podríamos hacer una especie de ejercicio de tendencias:
- Extrema izquierda (pro militarizado partido comunista del Perú Sendero luminoso y MRTA)
- Izquierda dura (partidos comunistas como Patria roja o los restos de partidos comunistas “de nombre”)
- Izquierda caviar y progre (con sus variantes temporales hacia los extremos o al acomodo estratégico)
- Izquierda que se dice “centro” pero es izquierda (marxistas acomodados en grupos académicos y ONG)
- Centro derecha que se dice “centro” pero no se sabe qué es (carente de doctrina y pensamiento)
- Derecha (con dos flancos, la derecha popular y la derecha que no se dice de derecha)
- ¿Existe extrema derecha? No (ninguna agrupación política tiene rasgos que la ubiquen en ese lado)
Estos son los flancos y evidentemente en una segunda vuelta electoral, muy probable en la historia del Perú por la carencia de liderazgos que congreguen abiertamente símbolos de unidad que nunca llegan a ser “la mitad más uno” (hablamos de la primera vuelta como resultado contundente, no de cercanías coyunturales) en la segunda vuelta se juntan por conveniencias hacia el centro o la derecha desde un lado, y se unen las izquierdas en el otro flanco (lean bien, no pongo “se juntan”, sino que afirmo “se unen” de todas maneras desde la izquierda que se dice de centro, hasta la extrema izquierda, en un raro fenómeno: el ideologizado de los herederos del marxismo oculto y el maoísmo guardado versus “lo que queda al otro lado”. Son muchos mini grupos, contra lo que resta, pero que se presenta como un elástico confundido que dura entre uno a dos años y luego se divide en el doble de grupos de lo que fue al principio (en ambos lados, por soberbia, vanidad, estupidez y angurria).
En todo ese confuso escenario, se produce el juego de la política, la corrupción, el gobierno y la impunidad, se repite como señala Ricardo Escudero el “Desborde del Estado y crisis popular”, no como dijo erradamente Matos Mar (crisis del Estado y desborde popular). Se reproduce la ambiciosa apuesta por el control estatal y desde allí el rol de captura e intromisión en los recursos públicos y en las decisiones privadas. Es el Estado el monstruo que va creciendo imparablemente, hoy con más de un millón quinientos mil “empleados públicos” que son los soldados de la tramitología y el festín del déficit fiscal. El Estado se desborda contra, hacia los ciudadanos expropiando sus salarios mediante impuestos innecesarios para la sociedad, pero útiles para la planilla donde ingresan con cada nuevo gobierno decenas de miles de contratados que serán luego “nombrados”, como si pasaran de condición laboral a prueba, a condición de propietarios del puesto de trabajo.
Para estas nuevas elecciones, que nadie garantiza que se llevarán a cabo porque las izquierdas del odio están en constante acción desestabilizadora buscando como sea tumbarse al presidente Jerí, nadie ha postulado reducir la planilla pública, sino el número de ministerios. ¿Por qué no nos dicen cuántos empleados públicos sobran en el Estado y cómo se les va a considerar en su salida y cuánto tiempo va a demorar esa operación de alta cirugía?
No es solamente “reducir logotipos o fusionar nombres de ministerio”. Se tiene que hacer obligatoriamente un proceso intenso de limpieza burocrática que implique proteger al buen trabajador, al más capacitado, a los más eficientes y sin la más mínima tacha, para que los demás reciban opciones de salida, sustento de capacitación y desarrollo de sus habilidades y logren ser enganchados en la actividad privada o construyan mediante impulsos de capital privado, emprendimientos que los lleven a escalas de superación progresiva, en beneficio propio, de sus familias y el país en su conjunto. Eso se debe hacer específicamente, el primer año del nuevo gobierno estable (no producto de vacancias).
¿Alguien se atreve a dar cifras y plantear los caminos para cesar a un millón de trabajadores públicos? A ver.
Y de cierre, les dejo estas frases de Ricardo Escudero, que las ofreció en una conferencia en la UNMSM:
“No es que el Estado cayó en crisis y eso ha provocado un desborde popular por demás inexistente. Esa es una tesis tonta, absurda e insostenible, porque el Estado se ha vuelto un monstruo fortalecido, poderoso, invasivo, apabullante, represivo, devorador y sangriento. El pueblo no se ha desbordado hacia las calles y el poder para tomar el control y revertir el daño que le causa el Estado, sino que ha entrado en una crisis permanente que le hace esquivar, coimear y engañar al Estado, en vez de enfrentarlo con ideas y propuestas sólidas que lleguen a consolidar una opción sostenible de gobierno nacional”
