Es agotador seguir escuchando a los sabios del sofá y a los genios del café cuando nos dan sus interpretaciones, análisis y órdenes sobre lo que se debe de hacer y lo que no se tiene que comentar en la batalla por una mejor democracia, por una mayor libertad. Y es que la sabiduría no existe en sus palabras y menos en sus comportamientos, porque carecen de ejemplo y de consistencia, eso hay que decírselos con la mayor bondad y contemplación para que no suiciden sus pensamientos de cada semana.
Los filósofos de la derrota constante, los sociólogos de la estratificación del fracaso, los cosmetólogos de sus propios errores, son tal vez, quizás, buenos en sus trabajos y profesiones, pero como intérpretes y adivinos del acontecer político son un fiasco, un fracaso, pero allí están, ello son.
Es necesario comentarlo porque dos semanas antes de la gran Marcha del #5N, para ellos la fecha era inoportuna, la hora no convencía, el lugar de concentración les parecía inadecuado y el desplazamiento tenía que ser hacia Palacio de gobierno porque sino, ellos –los sabios y genios, de la derecha y de las izquierdas en modo casi democrático- no irían y menos con los que dirijen “esa fracasada idea” (así calificaron a la Marcha antes de su realización).
Pues fíjense como es la vida amigos y no amigos: buena fecha, muy buena hora, excelente lugar de concentración, adecuado desplazamiento desde y hacia donde se debe hacer notar la responsabilidad hacia la vacancia: el Poder Judicial y el Congreso de los males, el Congreso de los oportunistas, donde podrían verse en el rol de conversos y confesos los parlamentarios ante la exigencia y el clamor popular.
Miles de ciudadanos, en grupos, alquilando un transporte o en caravanas de vehículos, usando los medios a su alcance y con una contagiante alegría, se unieron para ir al punto de partida y desde allí hacia el Congreso, pensando que podrían circular libremente, como suele hacerse con otras manifestaciones y desplazamientos de corte politico (pero que son a favor del gobierno).
Lamentablemente, la policía usó rejas para encajonar las vías paralelas a la Avenida Abancay, por ejemplo, en una condenable estrategia de encajonamiento que pudo haber traido consecuencias irreparables si hubiera habido desesperación ante el ataque de la represión ordenada por el gobierno.
Felizmente la reacción ciudadana fue superior por su cordura y ecuanimidad. Los gases paralizantes, las bombas lacrimógenas, el uso de caballos para embestir y atropellar a los ciudadanos, no fueron causa de miedo, sino de respuesta con entereza, plantándose cada uno en su lugar, sin huir ante la cobardía del ataque oficial, alevoso. Eso no lo calcularon los protectores del gobierno, los complices de la corrupción.
Resistencia ciudadana ejemplar, traslado de heridos de inmediato, solidaridad con los detenidos injustamente, cadenas de comunicación informal para defender la legalidad y legitimidad de una protesta nacional que va creciendo y se predice imparable por su causa y efecto. La ciuadanía despierta, el pueblo se levanta.
Nota de Redacción: publicado en Vox Populi al Día