La izquierda no se cansa de mentir porque es su forma de supervivencia la mentira, el odio, la corrupción y la impunidad. Eso aplica a todas las formas de expresión de la izquierda: en los medios, en sus organizaciones o partidos –sobretodo en los de fachada-, en la lucha “legal” y en la ilegal (terrorismo, robos, secuestros, extorsiones, chantajes).
No existen formas de convivencia con quienes quieren que tu familia sea desmembrada o separada, con quienes hacen lo imposible para que los niños por nacer sean abortados (asesinados antes de nacer), para que los ancianos y enfermos muy graves pierdan toda esperanza de vida o milagro de supervivencia (eutanasia), para que las leyes sean reemplazadas por slogans y arengas de violencia política irracional en todos los extremos (asamblea constituyente).
Aquí en el país, en nuestro extraordinario país, las izquierdas subversivas nuevamente se han concentrado “operativamente” en algunas zonas del Cusco, Ayacucho, Puno, Apurímac y Madre de Dios, en los epicentros de la maligna contaminación minera ilegal, en las devastadoras y también contaminantes áreas de procesamiento de la pasta básica de cocaína y látex de opio que son enviados en avionetas bolivianas hacia Colombia, Honduras y Venezuela, los nuevos centros de producción de cocaína de alta pureza y concentración, que luego son distribuidos impúnemente vía México y España, justamente dos estados administrados por izquierdas “solidarias” que lavan dineros. Como ven, no se trata de coincidencias, sino de cárteles operando contra el Perú.
Pero para las izquierdas de todos los colores y alquileres, lo que ellos hacen, es decir: blindaje al narcotráfico, liberar rutas para los cárteles de la droga, permitir que en las fronteras con Bolivia todo sea controlado por las mafias del contrabando y la trata de seres humanos con fines de explotación sexual –en especial de niños-, asegurar la ideologización de los escolares y la propaganda comunista en los pueblos menos instruídos, es parte de “las luchas populares”. Otra vez… el delito, los crímenes de lesa humanidad, son para la izquierda sus símbolos de expansión y supervivencia, financiamiento e imposición.
Ante esta realidad, el imperio de la Ley suena como a daño, como a “ilegal”. A eso nos han llevado décadas de permisibilidad, de tonta democracia, de frágil justicia donde las izquierdas han tomado el control y han decidido qué es justicia y qué debe permitirse en nombre de esa revolucionaria forma de calificar a la justicia (todo al revés evidentemente).
El pueblo mientras tanto, sufre días de paralizaciones forzadas, de amenazas y hostigamiento, mientras los presidentes de los países del cártel de la droga de la violencia, como México, Colombia, Bolivia, Chile, Honduras, Cuba, Venezuela y Nicaragua arrecian sus acciones diplomáticas y de mayor intromisión en los asuntos internos del Perú.
La guerra no es solamente cultural, es ideológica, es de la calle contra el escritorio lujoso de la violencia comunista que predica odios y resentimientos, que condena a más pobreza, que hace retroceder para que ellos avancen.