Existe una maldición caviar, un residuo “fecal” del pobrísimo intelecto de las izquierdas cuyo esfuerzo más notorio, además de cobrar sin trabajar en el Estado, es pervetir todo lo que se opone a su paso, todo lo que afecta su denigrante discurso de odios y lamentos condenatorios. Las izquierdas son una especie de suma de amebas extendidas en la cloaca del fin del mundo, pero nadie jala la cadena de su exterminio.
Existe también algo así como “el derecho de las izquierdas a condenar lo que no es de izquierdas” y por lo tanto, si piensas, si tienes ideas y principios que forman tu carácter e integridad, los ausentes de todo -las izquierdas acéfalas- te van a condenar y decir decenas de adjetivos que no vale la pena mencionarlos, como en cambio, sí es prudente y lógico decirles lo que son: resentidos, inmorales, incapaces, ignorantes, incompetentes e incompetentas.
No existe una sola Ley a favor de los más pobres, de las madres con hijos y sin hogar, de los ancianos sin pensiones ni jubilación, de las pequeñas y medianas empresas, a favor de los miles de soldados y policías, en beneficio de comunidades nativas y campesinas que alguna vez, haya sido formulados por alguien de esa cueva de odios que es la izquierda. Y no lo hacen, porque están al acecho de cualquier iniciativa para demolerla y hacerse los “exigentes” en derechos que ellos, ellas y elles, los de las izquierdas impunes y en especial corruptas, no quieren reconocerle a nadie.
Un país así, ha seguido por décadas de silencios y ausencia de pelea, en manos de los caviares, es decir, en manos de lo peor de las izquierdas, en manos de los eternos ociosos de la burocracia también eterna que inunda el Estado con más de un millón quinientos mil empleados públicos de los cuales, un millón no sirven para nada bueno y están allí porque carecen de fuerza y voluntad propia para ser independientes o emprendedores y así triunfar en la vida, pero no a costa de los más pobres y de nuestros impuestos, como hoy lo hace, como hace décadas lo vienen haciendo.
Hay que acabar con “esas izquierdas”, con esa especie de suma de amebas extendidas en la cloaca del fin del mundo, donde nadie jala la cadena de su exterminio.