Una especie de ciudadanía ausente ha tomado el control del aburrimiento político ocasionando que cualquiera forme su partido porque no existen instituciones que ordenen el camino, que se pongan delante de las personas para conducir el proceso natural del poder. Es así que las que eran instituciones, se han convertido en organizaciones dominadas por grupos de presión, que no son grupos de poder ya no hay partidos, ni sindicatos, ni gremios). Se presiona por puro mercantilismo y control de espacios, desde los cuales se alimenta a una burocracia militante y activista. Todos caen en ese juego de chamba a cambio del activismo (no es proselitismo). No se juntan y dan empleos a correligionarios, compañeros, camaradas, amigos, sino a los cómplices para el desfalco de lo público.
Los indignados ante dicho teatro del absurdo que es lo natural, lógico y correcto ahora, es decir la inversión de la desnaturalización domina el espacio del debate y la razón en una terrible nueva realidad y se produce el alejamiento y la indiferencia, porque no se consigue nada para el país estando con los que lo destruyen. Pero, si preguntamos ante dicho juicio popular, ¿Por qué no participas y das la pelea política si eres consciente de que se está desmoronando la nación? ¿Saben cuál es la respuesta? “Y de qué sirve”
Estamos en un nivel bajo tierra, en el trasfondo, hundidos por decisión propia. Lo sabemos y ya no nos duele, y por eso, los venezolanos no dan el golpe de valor más allá del festival de las movilizaciones. Se necesita, se requiere acción contundente, pero no ocurre. Complicado panorama donde una sola mujer -sigo mencionando Venezuela- se posiciona como líder y voz, rostro y bandera misma de su patria, pero está sola, la tienen allí “para que ella sea” la fórmula del despido de Maduro, pero nada más, sino ¿Dónde están los demás?
Un ejemplo de cambio rotundo en las estrategias y compromisos lo da Milei, lo hizo Bukele, le faltó a Bolsonaro, lo siembran por allí algunos a media sonrisa y esperanza, pero no hay contundencia, secuencia y frecuencia, amplitud y multiplicidad de caras que tengan la misma gran idea, la misma gran propuesta, el mismo gran recorrido hacia adelante.
Para vencer al socialismo, a las izquierdas del odio, al comunismo, se requiere dañar a la maldad.