Estamos a la altura de la Plaza San Martín y aproximadamente unos quinientos policías muy jóvenes, entre uniformados y vestidos de civil, se colocan delante del Hotel Bolívar y el Club Nacional para formar y recibir más instrucciones de un Oficial con acento venezolano pero que luce el sagrado uniforme de una institución tutelar peruana. No podíamos creerlo, nos acercamos porque recién íbamos a recoger nuestros polos que una amiga de la Universidad los tenía en su casa de jirón Pachitea, allí, muy cerca. Así que como también somos jóvenes y nuestra vestimenta era zapatillas, un blue jean y un polo con una casaca encima, como las decenas de mujeres policías que estaban allí de civil, no se dieron cuenta que nosotras éramos de la mancha de la protesta y nos colamos en la formación.
La policía peruana es tan desorganizada, incomunicada y carente de canales de relacionamiento, que no se conocen entre sí sus miembros, por eso el acercarse y ponerse a un lado –ojo, no estamos diciendo “infiltrarse” porque no sería correcto-, fue demasiado sencillo para nosotras, estudiantes de la universidad más prestigiada del país, San Marcos por supuesto, la heroica y combativa cuna de defensores de la Democracia y la Libertad.
Estábamos en medio de todas y rodeadas por todos. El oficial, venezolano no sólo de acento, iba acompañado de dos capitanes –esos sí eran peruanos-. Con un megáfono a la mano, repetía que “el grupo de la marcha que se acerque primero, debe ser enfrentado con el cierre de la barrera, todos ustedes pie delante, vara lista y a empujar fuerte. El segundo grupo alista las lacrimógenas, bastón extensible y gas pimienta para en el segundo empujón proceder. Allí ustedes pasan a la guardaespalda (así hablaba el veneco) y empujan, empujan compañeros”.
Nadie grababa la escena, evidentemente era un suicido sacar celular, pero el testimonio es contundente. Un oficial de la policía de Venezuela, ¿De las FAES, del SEBIN? Un extranjero estaba a cargo del pelotón que saldría desde Plaza San Martín. Y lo mismo ocurría en paralelo a la espalda del Palacio de Justicia, y lo mismo sucedía al fondo de Roosevelt, en Plaza Francia y Jirón Moquegua. El despliegue de cinco mil policías no se ha dado ni siquiera cuando más de un millón de personas acompañaron al Señor de los Milagros.
¿Qué esta ocurriendo entonces? ¿Permitiremos la imposición policial de la represión militante del gobierno extremista en nuestra vidas? ¿Porqué están dirigiendo extranjeros la irregular e ilegal represión policial?
Vean ustedes estas expresiones que complementan lo señalado:
“Nunca se había registrado en el Perú un despliegue policial tan desesperado y violento, donde cinco mil efectivos uniformados y decenas desplazados en zonas adyacentes, de civil, trataban de impedir la protesta popular contra el gobierno”
“La policía, en manos de agentes del SEBIN venezolano, cuya presencia es innegable, ha imitado todas las artimañas represivas para blindar y crear un cerco hacia palacio, por la vulnerabilidad que se presenta ante el aumento de las protestas”
“Los medios asociados al gobierno, actuaron en paralelo a las medidas realizadas contra la Libertad de protesta, tratando de minimizar el grito de indignación del Pueblo, pero no les sirvió de mucho. La protesta crece en unidad y fuerza”