Los espacios de lucha, de reivindicaciones y de conquistas laborales son una categoría en extinción permanente en el conjunto de las aspiraciones de los trabajadores, porque no existen sindicatos de referencia que representen a sus afiliados cumpliendo los Estatutos que dicen inspirarlos, sino que con el tiempo –desde su propia conformación-, han resultado una suerte de clubs de amigos o “compañeros” disputando las licencias con goce de haber y la cuota sindical para sus propios beneficios y no los del gremio que deben representar.
Es posible que por algún lugar se haya constituído un sindicato con buenos dirigentes, pero no han durado en el tiempo, porque las denominadas centrales de trabajadores, juegan un rol aplastante en la manipulación de masas y en las decisiones de lucha.
Los tiempos son otros, ahora no se ven ejemplos de laboriosidad, diálogo, propuestas y entendimiento, sino que los acuerdos bajo la mesa, los negocios personales y los favores a destajo se han convertido en la escena que los afiliados a un sindicato no ven, ni se imaginan. Y del mismo modo, los tiempos han cambiado, ahora no se ven liderazgos, luchas, entrega, resistencia, rebeldía laboral, huelgas por causas justas, sino amenazas convertidas en pliegos violentos e injustificables, que parecen extorsión e incoherencia a cambio de dinero cada año, sin mediar ninguna razón muchas veces, como si a cada año le correspondiera mayor salario, aun si la empresa estuviera a pérdida o inafectada por la pandemia.
Se han confundido los roles y las expectativas no se alienan entre los grupos de interés, sino que se construye un juego de presión para demostrar poder y desde allí, jugar al gato y al ratón, cambiando de ubicación cuando les conviene victimizarse. Eso no corresponde a un sindicato, sino a la imagen de una banda de malhechores. Y que quede bien claro, estamos opinando ahora, en este artículo, específicamente sobre los sindicatos que tanto daño le hacen a los trabajadores, a las empresas y al país en su conjunto.
Veamos algún ejemplo de división por intereses: los maestros o profesores de colegios ¿Porqué no tienen centrales sindicales que reúnan afiliados de escuelas privadas y públicas si dicen representar a todos los maestros?
Algunos podrían decir “es que son planillas distintas” y entonces se responde: la última razón de ser de un sindicato es el dinero, la principal razón reside en la sostenibilidad y expansión en el tiempo de los puestos de trabajo, en los derechos fundamentales de cada uno, porque en esa base se impulsa el beneficio económico. No es en base al dinero que se obtiene dignidad, es al revés.
Las divisiones, separaciones y fronteras entre trabajadores de una misma actividad nace en la ideologización que las izquierdas extremistas han sembrado a lo largo del tiempo, dañando la escuela sindical, el afán de progreso, las ilusiones de crecimiento laboral y con todo ello, el éxito de las empresas como éxito de los trabajadores, ganando todos en la misma proporción, alineando intereses colectivos.
La inexistente “unidad sindical” en el movimiento de los trabajadores peruanos es otra prueba de la atomización política que envenena el camino del progreso y el desarrollo.