En el Perú no aplica, no es verdad que “a río revuelto, ganancia de pescadores”, en especial si hablamos de la política que nos toca ver, oír, leer y hasta oler a diario, como si fuera un humo contaminante que daña nuestra respiración y ambiente de vida y sobrevivencia. Y es que “pescadores” -en el sentido estricto de la interpretación, no los hay. Y “río” tampoco, solo aguas servidas, llenas de palabras y discursos “fecales” (para ponerlo en el sitio que se produce y así terminan, un producto dañino, que apesta cuando la ciudadanía lo percibe cerca).
Estamos siendo testigos, otra vez más, como siempre, pero peor, de las angustias y desesperación política, llena de aires delincuenciales, de las izquierdas (desde los grupos que se dicen partido comunista patria roja, Perú libre, bandera roja o como sea que se coloreen, pasando por los morados, amarillos, rosados y desteñidos, hasta los caviares, progres, ambientalistas, transformados y comodines). Es el Perú pues, el de todos los días y no nos damos cuenta o no queremos cambiarlo de raíz, extirpando esas raíces podridas del árbol seco y podrido de la forma en que se hace del delito, la política vigente.
Por eso, las izquierdas siguen esparcidas, ahora con más de treinta “partidos” que nadie sabe donde están, qué son, qué quieren, quién los representa. Y todo, gracias a las absurdas reformas políticas y electorales que desde el gobierno de Humala comenzaron a sembrar los extremistas en alianza con los caviares y progres académicos que infectan universidades y oenegés (ahora en desgracia y falencia económica).
Frente a este escenario rodante que gira y gira en el mismo eje del mal, las izquierdas necesitan sacar, despedir a su reciente socia, la poco distinguida señora -moral e intelectualmente hablando- Dina Boluarte, vicepresidente de Pedro Castillo, convertida en sepulturera de sus camaradas de siempre, ex compañeros de conspiraciones y antiguas parejas del baile de la anarquía y el caos con fines de toma del poder.
No hay Intis ni Brayans, no hay víctimas para alquilar mediante el engaño, están en un momento y situación de tanta desesperación en las izquierdas, que no miden que cualquier adelanto de elecciones -ahora- sólo acelerará su extinción política porque no tienen líderes, ni dirigentes, ni caudillos, ni referentes, ni discursos que sean lo que la gente busca como esperanza y oportunidad.
La izquierda -en general-, las izquierdas del odio -en particular-, no son una alternativa popular de gobierno nacional, regional o local. Están en el limbo que hace de antesala a su condena final: la extinción.
Imagen referencial, La expresión del Odio en la pintura: BERNHARD HEISIG