Es bueno repetir que insistentemente “se los dijimos, se los dijimos una y otra vez y aunque no nos creían, la realidad demostró ser nuestra carta de garantía”. Y nos preguntamos: ¿Qué les pasa a las garrapatas y zancudos de las izquierdas que llenos de odio infectaban impúnemente con su veneno -durante años- a nuestros jóvenes? Les pasa lo que sucede con los criminales al descubrirse sus fechorías: que el pueblo se cansó, que se demoró mucho en despertar, pero que ha reaccionado a lo que maldijo al país y produjo un Humala acomplejado y sometido a su pareja, un tal PPK mercantilista abandnado por propios y socios, un Vizcarra doble filo, bandolero regional saltando a empujones hasta Palacio -previo maltrato de una mujer que era vicepresidente de la República-, un tal Sagasti escondido en las fábulas del caviarismo más ocioso que las rentas del Estado haya mantenido, un Castillo brutal, incidioso, megalómano, ruin y acomplejado, hasta lo que ahora se encuentra en el gobierno, casi lo mismo, de las mismas fuentes, de igual calaña aunque usted, no lo crea.
Y en dos escenarios, dentro del gobierno y en una supuesta oposición con igual fuente de pensamiento e ideología (el nuevo socialismo del siglo XXI, siglo de la oscuridad o la rebelión de la Libertad), la más ruin y tenebrosa izquierda, aparentemente dividida hacia fuera, pero operando en un solo puño de barro, se fue apoderando de todos los discursos y verdades, de todas la palabras y nuevos lenguajes, nuevas violencias, nuevos espacios de una nueva legitimidad hacia una nueva democracia. Todo “nuevo”, pero en realidad, la misma maquinaria del crimen político de siempre, basada en el marxismo leninismo, con sus acciones maoístas y escondido pero latente, el pensamiento gonzalo.
Sin embargo, ahora hay una división y pelea por el protagonismo entre los polos del poder del dinero (oenegés, caviares, progres) y los polos del poder de las masas (dirigentes sindicales, dueños de reducidas organizaciones o colectivos que movilizan entre 50 y 100 personas cuando hay billete y pasajes, aguadito y borrachera). Ese es el centro de la discusión comunista, porque eso son, comunistas peceteros.
El efecto de esta pelea ha ocurrido este fin de semana, sábdo 16 de setiembre, otro día del odio, cuando la denominada marcha se convirtió en desfile circense, en vernisage callejero de la pituquería de caviares y de caviaras (para ponerlo en el cotexto del lenguaje de ellas y de ellos, tan ofendidos cuando no se les menciona en sus 186 identidades “de disgénero”). Así, en una calle que desemboca hacia la Avenida de la Peruanidad, se colocaron unas 300 personas de 160 organizaciones, partidos y colectivos que anunciaron su “megamarcha, la definitva” (Coordinadora de Derechos humanos, CGTP, CCP, ANP, CUT, JP partido de la eterna candidata de las izquierdas, Verónika Mendoza y la congresista Bazán -acusada entre otros delitos de irregulares operaciones de compra y venta de inmuebles y de incitación a la violencia-, el escandaloso partido Morado, el partido #8 de Susel Paredes ahora sin su asesor trans encarcelado por abusador de menores de edad, así como otros partidos que dijeron que estarían y no estuvieron.
Es decir, hubo cerca de 200 grupos anunciando la “gran marcha” que fue un rotundo fracaso, porque no tuvo, en el momento de mayor presencia de activistas de la izquierda, ni siquiera unas 500 personas, y eso que sumamos vendedores ambulantes y Policías brindando protección a los que les odian (lo más absurdo).
A la izquierda del odio, ya no le funciona el discurso de insultos y mentiras, ni la fábrica de resentimientos verbales. Ahora no son nada, no tienen líderes ni nadie que los siga.