Insistimos en dos conceptos muy claros y específicos: (1) la izquierda del odio, y (2) la era caviar. Estos dos ejes son la base para entender, seguir, conocer y rechazar la fuente del daño a la ciudadanía, que se ejerce, no desde posiciones políticas, sino desde frentes ideologizados en la batalla por la Libertad y una mejor Democracia, ya que en todo el mundo occidental -ahora, en especial-, la izquierda en sus múltiples rostros y facetas, ha ido desarrollando algunas estrategias de penetración subliminal de lo ilegal hacia lo legal, buscando legitimar lo irracional, para seguir atacando la esencia de nuestros valores, principios y virtudes, en aras de “una nueva era” donde se desmoronen las sociedades y se imponga por acción violenta y agresiva, el marxismo reinventado, el comunismo “resurgiente” y los espacios de anulación de derechos y oportunidades individuales. Sin embargo, el desmoronamiento va por el lado opuesto -el de los violentos-, porque al carecer de ideas y propuestas, se han ido debilitando y fallado todas las izquierdas (que les podemos decir “la” izquierda” también, porque es lo mismo ahora, en singular o en plural), ya que la pérdida de sus liderazgos o caudillismos, la ausencia de dirigentes y de voceros reconocidos y escuchados, es terrible.
¿Quién sería hoy una figura como Fidel Castro, Mao Tse Tung, Stalin, quizás Enver Hoxha? Bajemos de categoría criminal y veamos: ¿Un alcoholizado Allende destruido en sus fobias o un Chávez ensimismado en mirarse al espejo de su trono represivo? No existe una sola voz de representatividad e inteligencia en la izquierda que se ve a sí misma, como “lo único” para gobernar. Veamos más abajo, al nivel subsuelo de los que salen en los medios de comunicación, en la trinchera agresiva del fanatismo: por ejemplo, el dueño del odio en Colombia, el tal Petro, de composición sicótica y lectura amanerada para confundir, un tal Evo, que destrozó Bolivia y le quitó esperanzas de un camino posible; no nos olvidemos de Cristina Kirchner y el sucesor Fernández, tampoco del super perdido en poses de caradurismo en Chile, un tal Boric, que ya no ladra sediento, pero muerde frustrado; recordemos a Correa el prófugo y vende patria del Ecuador; a Lula y la mafia de Odebrecht cuyos daños siguen latentes en América Latina; y por supuesto, los “NN” como Humala, el sirviente Vizcarra, Sagasti apañuelado y el error absoluto, Castillo (en el Perú de todas las sangres y todas las muertes), siendo la cuarteta del abismo moral.
La lista puede ir más abajo siempre -en referencia a la izquierda es así-, pero peor cada vez más. Por eso, el otro rostro de las izquierdas latinoamericanas, compuesto por la “burguesía clasemediera” de los académicos, de los periodistas militantes, de los activistas que fracasan en el arte, la música y cualquier otra manifestación cultural, pero succionan del presupuesto público convertidos en “empleados, asesores, consultores o autoridades puestas a dedo en el gobierno nacional, regional o local”, hacen existir lo que se llama “progre y caviar”, una especie de fanáticos por vivir a sueldo del Estado, siendo improductivos. Un lastre que no llega a casta, pero que por igual, se debe eliminar de las planillas públicas, para que comiencen a trabajar (alguna vez en sus vidas).
Desde sus oenegés, universidades donde no enseñan ni investigan, pero les pagan por publicar tonterías, estos seres de maldad y perversidad, los progres y caviares, contaminan mentes y dañan talentos, porque les inspira el odio al éxito, el rechazo al mejor, la condena al ejemplo, la muerte a la vida.
Han impuesto ilegalmente las izquierdas -los progres y caviares- un modelo de política y partidos, participación y elección, que genera caos y anarquía, abriendo el pilar fundamental para impulsar su nueva forma de revolución, que deja de lado por un tiempo, las acciones de enfrentamiento directo (guerrillas y terrorismo) para desarrollar etapas de criminalidad urbana donde el asesino o delincuente, tiene “derechos superiores” a los del ciudadano o a los de las fuerzas policiales y militares. La desinstitucionalización tiene que ir, en el pensamiento marxista de la nueva era en la izquierda del odio, por el abierto desprestigio y la pública desmoralización a quienes no quieren que siga actuando la criminalidad.
Es decir, los padres de familia que no desean violencia, son extorsionados para callar, las empresas que desean libre mercado y respeto a sus inversiones, son extorsionadas o las obligan a cerrar sus actividades, las escuelas que no se someten a contratar militantes adoctrinados y activistas sindicales a fin de cambiar la enseñanza y los textos usados por los alumnos -para adoctrinarlos-, son puestas en el foco de las extorsiones que se presentan como pago de cupos, como acción prioritaria. Y los inmigrantes ilegales, sirven de brigada para la ideologizada forma de ataque a las estructuras sociales del país en una mezcla terrible de prontuariados, haciendo lo que les da la gana (mientras los defienden las ONG de la izquierda del odio).
No estamos a merced de la delincuencia tradicional, sino amenazados diariamente por una criminalidad política que se desarrolla estructuralmente desde las izquierdas del odio, agrupamientos ideologizados que son fanáticos marxistas reconvertidos en el plano de “la nueva acción revolucionaria, para la captura total del poder, con rostro humano”.
El escenario es de violencia por un lado y siembra ideológica en el extremo opuesto. La violencia crece y la zona de adoctrinamiento se reduce, pero ese fenómeno hay que observarlo detenidamente, porque es origen de la pelea usual en las izquierdas (revoltosos del pueblo, contra académicos de la burguesía), algo igualmente dañino y perjudicial que refleja que en el momento más adecuado para ellos, se van a unir políticamente, como siempre, matándose quizás, pero en la misma vereda de sangre, para compartir cuotas de poder y dinero mal habido.
La izquierda del odio se desmorona en la violenta “era caviar” pero no podemos estar mirando de lado, porque esas formas obsesivas de daño a la democracia y la libertad, surgen y resurgen si les damos espacios o formas de participación (y eso, el permitirles que nos destruyan, no es democracia). Cuidemos bien el leer las noticias que publican los medios de comunicación activistas, porque no existe “rojo bueno” o “comunista que ha cambiado”.
Tengamos siempre presente que una acertada definición de la izquierda del odio, es hacerlo por su fuente ideológica y su raíz sangrienta, que la convierte en la mayor amenaza a la humanidad, sobre todo ahora, en la era caviar.