La violencia no se justifica como un acto “normal o natural”, tampoco la subversión y menos el terrorismo. Sin embargo en el Perú del socialismo del siglo XXI, el bloqueo de carreteras para afectar a cientos de miles de transportistas y pasajeros -niños, jóvenes estudiantes, madres gestantes, ancianos, obreros, agricultores, empleados de toda profesión y destreza- que viajan a ver a sus familias o retornan de sus trabajos, es tratado como una protesta “normal o natural” por todos los grupos de izquierda (caviares, ultras, radicales, senderistas como el Movadef, Fenate, partidos comunistas como patria roja, Perú libre y agrupaciones de corte extremista de los Bermejos, Bellidos, Mendozas, Cerrones y otros de igual calaña y comportamiento agresivo contra la ciudadanía).
Pero no solo eso, sus medios de comunicación aliados han hecho y hacen propaganda de la justificación de la violencia empleada en la invasión de las pistas de aterrizaje de aeropuertos nacionales –donde destruyeron las estructuras de seguridad en las pistas, así como los paneles de iluminación nocturna, vitales para aterrizajes de emergencia-; y esos mismos medios y oenegés narcofinanciadas, han “justificado” el incendio de la planta de producción de leche “Gloria”, los ataques con artefactos explosivos a la Comisaría de Andahuaylas, el incendio de varios locales policiales y de fiscalías, la destrucción de lunas e intento de incendio en juzgados (y robo de expedientes como objetivo narcoterrorista, al estilo de la toma del Palacio de Justicia de Bogotá, Colombia, por los socios del actual presidente de esa nación). Es decir, una secuencia bien organizada, con equipamiento de armas y pertrechos que significan el reinicio de la lucha armada, pero con rostro urbano y “artesanal” por el momento, recuerden esta frase: “por el momento”.
El Peru está bajo acecho comunista, es indudable. Y en ese cerco subversivo y mediático están los gobiernos de México, Colombia, Cuba y Venezuela atacándonos en una suerte de telaraña de propaganda y alimentación de recursos de toda índole, no sólo por medio de sus embajadas militantes o canales de infiltración, sino que tratan de conseguir que otras naciones como Honduras, caigan en el juego del descrédito al Perú –no es hacia el gobierno-, es contra el Perú y por eso, la respuesta debe ser de toda una nación contra los cobardes que usan sus gobiernos para destruir una frágil democracia que se está recuperando, dentro del debido proceso constitucional.
La izquierda internacional, en complicidad y sumisión de la repulsiva izquierda nativa, ha ocasionado el fallecimiento de 26 peruanos que fueron engañados unos, obligados otros y agresivos los demás, en estar atacando con armas de fabricación casera y fusiles de retrocarga, disparando lanzacohetes, colocando explosivos y produciendo incendios en locales públicos y privados ante lo cual, las fuerzas del orden se han visto excepcionalmente obligadas a defender al país y controlar esa situación de grave riesgo hacia la población civil, con el costo de más de 300 policías mal heridos y decenas en difícil condición de hospitalización y cuidados intensivos hasta ahora. ¿Quién responderá por sus vidas y la intranquilidad de sus familias? ¿Las izquierdas asesinas darán la cara, si nunca lo han hecho como en la época que ocasionaron la muerte de más de 70 mil peruanos o cuando aliados del genocida Vizcarra, fueron cómplices de más de 200 mil muertes durante el negocio que hicieron en la pandemia?
No podemos callar, no debemos callar frente al comunismo, hay que señalarlos y denunciarlos, para que sean procesados, condenados e inhabilitados de por vida, para que nunca más tengamos prefectos, subprefectos o teniente gobernadores que han miltado en sendero luminoso y organizaciones terroristas, “infiltrados legalmente” en el Estado, para que jamás inunden el Congreso de la República o los Ministerios y Embajadas del Perú con gentes llenas de odio y resentimiento, fomentando la corrupción y legalizando la impunidad.