Un fracaso absoluto, como bien se lee en todas las redes sociales, ha sido el resultado de la denominada Marcha en favor del gobierno, que en Lima además, se publicitó en una megacampaña publicitaria (millonaria campaña por cierto), como “toma de Lima”.
Las izquierdas apoyadas y auspiciadas por el gobierno en todo momento, llegaron al extremo escandaloso de coordinar sus acciones centrales (el día de la “toma”) en la propia sede del poder ejecutivo, mientras en paralelo actuaban –el gobierno del partido comunista Perú libre y sus aliados- tratando de desprestigiar aun más al Congreso de la República, mediante una ilegal solicitud de “cuestión de confianza”, proceso y procedimiento que ha sido establecido en todos sus alcances por el Tribunal Constitucional y que no está sujeto a interpretaciones fácticas ni de acomodo político. En ese sentido, el gobierno ha vuelto a tratar de sorprender a la opinión pública en un intento de querer demostrar que su intención es disolver el congreso, pero en este caso, no aplica el medio empleado, por ser inconstitucional esa solicitud que ni siquiera debe verse en el Pleno por improcedente.
Pero la angustia, desesperación y temor del gobierno ha ido contra otros objetivos de ataque. Los empresarios privados reunidos en la CADE fueron nuevamente menosprecaidos y maltratados (no aprenden, no escuchan), porque a pesar de haber sido complacientes invitando al denigrante, su vocero gesticulante, el ministro de trabajo, dijo que no era atendible esa invitación. Es el colmo.
(Ataca a la empresa privada y justifica la violencia contra la minería. No lo invitan a la CADE, insulta a los organizadores. Pide que lo inviten y habla de unidad entre peruanos. Lo invitan y vuelve a ofender, otra vez ataca desechando la invitación y usando a un cómico como vocero).
También, no dejen de observar esto, el rol de la policía nacional es de teatro del absurdo, sirviendo a los que por ideología, dogmatismos, fanatismos y militancia extremista, acabaron con la vida de miles de peruanos, muchos de ellos miembros de tan sagrada institución que hoy es comandada por pésimos elementos que desvirtúan el lema “el honor es su divisa”.
Congreso, empresarios, policía nacional, ciudadanos, niños, todos recibiendo un ataque permanente desde el gobierno, todos siendo elegidos como culpables… de los errores, desaciertos, delitos y maldades del gobierno. Una paradoja más.
Y entonces, uno pensaría ¿Cómo le fue al gobierno con su marcha del odio? Pésimo, muy mal. El país entero dio el grito de respueta con un castigo que resume la indignación nacional diciendo: “el hambre y la miseria, son culpa del gobierno”.
Así, otra vez y ya parece ser la lápida de la subversión, la izquierda se quedó sin calle, sin discurso y dividiéndose cada vez más en un merecido castigo popular, hasta su necesaria extinción, en las urnas y en las calles.