He ido a todas las marchas y concentraciones populares en defensa de la Libertad y por una mejor Democracia. He ido desde que nos reuníamos unos cuantos y nadie nos apoyaba, todos miraban de costado, eran indiferentes y no creían en nuestras expresiones de lucha. He ido y, tengo que contarlo, he visto también a los aprovechados y a las guachafitas que pedían dinero o “ayuditas” para traer más gente, para movilizar más ciudadanos, según decían y nunca lo hacían. Lo cuento porque la vergüenza no se esconde, aunque sea ajena y hay que denunciarla.
La necesidad de hacer de la protesta una actitud constante en defensa de la Libertad ha sido un camino largo, invadido de especulaciones y esperanzas, sí, ambos escenarios. Lo más desagradable en esta construcción de ciudadanía participativa ha sido, como les mencionaba líneas arriba, “el clan de las sebosas y de los sabrosos”, una suerte de arribistas camuflados como demócratas, una especie de peregrinos siendo pecadores compulsivos con la hipocresía como mascarilla. Pero los detectamos y se dieron cuenta, hasta arrimarse ellos mismos al costado del lugar que puede corresponderles: el desecho de la exclusión.
Lo que más daño le ha hecho a las protestas y las marchas es la angustiante búsqueda de protagonismo de esas camarillas de autonombrados voceros de la lucha por la Democracia, que se metían a los canales de TV, a las radios, a todos los medios posibles y luego iban de puerta en puerta de empresas, gremios e incautos, contando mentiras, diciendo mentiras, financiando sus mentiras, estafando.
La necesidad de hacer de la protesta una actitud constante en defensa de la Libertad requirió paciencia y prudencia para que no perdamos la cordura, mientras esos piratas ganaban “gordura” en sus billeteras y en sus intestinos gruesos.
Ahora el aire está limpio o más limpio, ahora los estrados y las tribunas no los reciben, ahora la histeria y sus insultos, la mirada encendida y la boca seca y la nariz polvorienta no es parte del escenario de la Libertad. Ahora los medios han despertado y no los invitan, ni las maquillan, porque esos rostros afean el verbo de una lucha, la entrega por una causa.
La necesidad de hacer de la protesta una actitud constante en defensa de la Libertad se abre paso con tranquilidad pero requiere apretar el acelerador, necesita frecuencia y secuencia, es urgente, hasta la caída final (de los comunistas).
Fotografía referencial, @nicolaskusunoki en twitter