En todos los años que tiene de existencia la OEA, tal vez, quizás, podría ser que algo bueno haya hecho y signifique un aporte al continente, resumido en el 0,001% de su tiempo y en el 0,001% de lo que los pueblos de la gran América esperaban. ¿Después? Nada bueno, nada cierto, nada elogiable.
Nunca la OEA ha tenido tanto desprestigio como ahora. Jamás la OEA se ha visto tan desacreditada como en estos tiempos, pero peor aún con el secretario general envuelto en líos de faldas y aprovechamiento del cargo. ¿Para eso es la OEA? ¿Para los intereses personales de su directivos y familiares?
La OEA es reconocida como el asilo final de los burócratas de gobiernos corruptos, adonde van a pasar sus días con salarios que de ninguna manera tendrían, con lujos que son un insulto a los pobres y miserables que en sus propios países claman desesperados por el hambre, la ausencia de trabajo y la inexistencia de una justicia que los angustia y condena casi eternamente. Pero los “diplomáticos políticos” no lo sienten suyo –el grito y el clamor popular-, no quieren ver hacia sus fronteras, sino que se vuelven soberbiamente unos intocables proveídos de las condecoraciones de la corrupción y la impunidad que lograron en sus naciones.
¿Es entonces la OEA un medio de garantía para las débiles democracias que pintan nuestro continente? No, en absoluto. La OEA no es nada bueno y es todo malo cuando se trata de preservar los valores y principios de la democracia y la libertad. Veamos los casos emblemáticos de Cuba, Venezuela y Nicaragua para citar sólo tres y la respuesta es una: que gracias a la OEA se cimentó la dictadura castrista, el chavismo y el repulsivo de Ortega, con cientos de miles de cadáveres en sus legajos de crimen, torturas, persecución y desapariciones forzadas.
¿Qué hizo la OEA? ¿Enviar misiones de cómplices y cobardes, degustadores de comidas y licores, trasnochadores de rumba y de placeres ocultos? ¿Para eso es la OEA? ¿Tantos años han pasado mientras la sangre de América sigue siendo presa de gobiernos excecrables?
Hipocresía, negocios turbios, gestores de intereses por terceros, silencios comprometidos, miradas de costado, ¿Añado más? La OEA no sirve hoy en día, ni tampoco desde ayer ni antes de ayer, pero los que se van de vacaciones a trabajar sin trabajar en la OEA, hacen su lobby de inmediato y se protegen unos a otros en la escena triste de la inmundicia política que condena a todos, menos a ellos.
El Perú debe estar atento a cualquier tontería que emane de la absurda Misión de Bajo Nivel que ha venido, así parezca “algo razonable” lo que vayan a emitir como opinión no vinculante, mucha atención a esta frase: no vinculante.
Recuerden que la OEA es un instrumento de garantía de las dictaduras de izquierda latinoamericana, una coraza contra los derechos políticos de los ciudadanos, un arsenal de odio vestido de diplomacia. Mucho cuidado con esta “OEA”.