Revisando las reacciones de los pobladores de Lima percibo que viven un empacho de frustraciones como pocas veces antes les ha sucedido. No solo por la carencia de agenda y liderazgo para salvar al Perú, sino porque muchos no tienen la menor idea de lo que está ocurriendo y eso causa muchas desilusiones también. Me atrevo a mencionar incluso, que los limeños han vivido los últimos dieciocho meses, de los peores días en la disputa a su centralismo, y no voy a hacer de estas líneas un recuento de lo ocurrido porque aprecio a mis conciudadanos.
A diferencia de lo que ha ocurrido dentro de la selección peruana, donde se ha hablado de la salida de Gareca, la renovación de Oblitas, llegando a la contratación de Reynoso, pero incluyendo cortos tiempos para hablar de problemas y alternativas, incluidos los chismes entre los unos u otros, en la actual situación política queda claro que no existen las mínimas señales que indiquen algún sentido de conducción o incluso diálogo, dentro de la clase política-empresarial que lleva las riendas del país.
Por ello mientras unos se sientan frente al televisor domingo a domingo con su piqueo esperando el video o audio “mortal” o la prueba “serológica” que demuestre que Castillo está podrido hasta el tuétano, otros lo hacen frente a platos de ollas comunes esperando que el aguadito este esta vez menos aguadito, y soñando que mañana pueda lograr “recursearse” lo que necesita.
Considero por tanto, que pretender que la agenda para salvar el Perú sea: la Inhabilitación a la Boluarte, la vacancia a Castillo, los cambios en órganos electorales y la convocatoria a elecciones en el corto plazo, -como circuló en redes sociales-, es no tener la menor idea de lo que está ocurriendo y de cómo lograr lo que en el fondo significa esa “lista de lavandería”: una transición pacífica en el corto plazo.
Así tenemos que mientras en Lima la informalidad cunde, llegando al 85 por ciento, se sigue concentrando más del 70 por ciento del producto, además del cien por ciento de las decisiones. Eso genera desbalances siderales que Manuel “Cachorro” Seoane graficó en 1956 con la frase: “mientras Lima vive la edad del asfalto, el resto del país, la del barro”. Esos desbalances hoy se han agrandado y difundido y los medios te los lanzan en la cara, pero pagados.
Mientras los limeños se trasladan al trabajo, les siguen bombardeando con la cantaleta publicitaria que los mineros de las Bambas tienen derecho a trabajar y ganar lo que merecidamente ganan, cuando el otro 85 por ciento que reside en la periferia de Lima, puja por lograr la mitad de lo que no les alcanza. Por ello, lo primero en la agenda de la clase dirigente es y tiene que ser, dialogar para aclarar los mensajes. Parecen desesperados porque el “Titanic” se va a hundir y con publicidad se van a salvar.
Orientar, dar sentido y coherencia a los mensajes que se transmiten es fundamental en esta guerra, porque de no hacerlo no solo se disparan a los pies desperdiciando recursos, sino porque se agranda la separación emocional dentro de segmentos que deberían estar más próximos. Además, que el gobierno y sus cómplices no van a ayudar para que los saquen, aunque no se puede negar que conocer las burradas de la familia chotana cayó como maná del cielo a un pueblo limeño hambriento de esperanza.
Quiero, en la conmemoración de los 43 años de la muerte de Víctor Raúl Haya de la Torre, terminar estas líneas citando nuevamente a Manuel Seoane que dijo “Haya de la Torre no es un caudillo. Es nuestro líder, un esclavo de su idea” que brindó luz a donde se había acentuado “la indiferencia, el arribismo, la corrupción, y “Haya de la Torre logró resucitar las fuerzas morales” para hacer frente a los mismos demonios. Por ello más que definir el qué, deben definir claramente las estrategias para viabilizar el cómo, que estoy seguro encontrará a “el quién” en el proceso.
¡Haya Vive!
#HayadelaTorre #ManuelSeoane #AgendaParaSalvarAlPerú #
Imagen referencial, Víctor Raúl Haya de la Torre y Manuel Seoane “El Cachorro”