Puedo entender que les moleste a los alquilados defensores del gobierno, que todos los días, miles de ciudadanos expresen su malestar en las redes sociales de diversas formas, algunas bastante fuertes, tal vez excesivas pero necesarias de decirse, con referencia a distintas acciones que carecen de impacto y resultados, desde sus propias perspectivas y análisis.
Puedo entender que les irrite a algunas personas, que parte del denominado equipo “del pueblo” no demuestre ni lucidez ni calidad profesional, tantas veces anunciada en la campaña electoral, como demostración de poner al gobierno con lo mejor del recurso humano del país.
Puedo entender que cada quien piense como lo desee y se muestre tan o más enfadado de lo que quiera hacerlo. Pero de allí a fomentar una estructura de agresivos respondones enfundados en el anonimato, significa caer en el juego de la guerra política en la que todos pierden y solamente se benefician los extremos, he allí el gran peligro.
Crear un Troll center estatal es absurdo y parece ser la secuencia del programita de la televisión alquilada, o el de la radio con “pe”, de la convocatoria a decenas de asesores de imagen que a nadie le inspiran confianza y de tener un discurso ausente de la realidad.
Los objetivos y metas de un gobierno democrático están por encima de las personas que lo dirigen, eso deberían entenderlo los genios de la comunicación y el periodismo, pero no estamos en la secuencia ni en la frecuencia de un gobierno democrático, eso no lo entienden los que complacientemente se arrodillan desde el Congreso o se silencian en sus “partidos políticos” o lo hacen así, sumisamente, tal vez porque creen en sus tontas teorías de manejo de la opinión pública desde el Estado, no lo sé, no lo entiendo aún.
Lo real es que a la lluvia de Trolls del gobierno –que no son escritores imaginarios- le han respondido miles de ciudadanos indignados, cansados de ser testigos de esa imprudencia y atrevimiento de insultar en las sombras.
Los ciudadanos podemos decir lo que nos de la gana, los Trolls escriben lo que les ordenan y ofenden según la hora del día, según el ánimo del supervisor de turno, del viceministro a cargo, del ministro enfurecido por el tinte rojo de su cabeza.
La democracia no es un juego de insultos, necesita debates, apasionamientos, cólera si desean, enfado inclusive, pero a nadie se le ocurriría pensar que en base a un Troll center como ventilador de odios y vioencia, se puede lograr respaldos sobre lo irreal.
La pelea por la Democracia, para recuperar la Democracia, está en las redes y en las calles, ya que en el Congreso sólo hay cobardes de rodillas.