Los intercambios y las visitas compartidas entre algunos organismos de inteligencia son una práctica usual entre diferentes países con cercanos intereses o necesidades de acceso a determinados beneficios de equipamiento, instrucción, información y favores políticos. No es ningún secreto el tener ese “secreto”. Es más, en el mundo se reconocen centros referenciales de inteligencia (de espionaje, ciberespionaje, acciones encubiertas y manipulaciones que permiten neutralizar objetivos predeterminados).
En América Latina el panorama es muy simple: Brasil, Chile, Venezuela y México son el estándar –muy simplón en realidad-, mientras Perú perdió posiciones luego de la salida de la denominada generación Montesinos, un aliado de primera línea con la CIA. En cambio Cuba se destaca por un desarrollo logrado a lo largo de su relación con la antigua URSS Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y luego con la China reformista, uniendo ahora un trabajo muy intenso con el VEVAK o Ministerio de Inteligencia y Seguridad Nacional de Irán, cuyos brazos activos se están esparciendo hace una década intensamente en Argentina, Perú, Bolivia y Ecuador.
El principal problema de los servicios de inteligencia en América Latina –con excepción de Cuba-, es su carencia de formación en lenguas extranjeras básicas, con un nivel muy deficiente en la comunicación y por otro lado, la complejidad de sus equipos de trabajo, generalmente miembros del último escalón de las fuerzas armadas y la policía local que apenas cuentan con formación escolar primitiva y son dirigidos por oficiales de tercer nivel, donde ni uno solo es un elemento brillante, con estudios superiores de especialización o un record de trabajo que le permita acceder al dominio de una profesión que en otras naciones, es de exclusivo ingreso.
Los servicios de inteligencia son la imagen de las poblaciones que sobreviven en la burocracia estatal, no son las escuelas de convocatoria a los mejores, a los líderes y potenciales dirigentes de las estructuras de gobierno; esa debería ser una secuencia en el camino de gestión y dirección, la inteligencia nacional. Pero como no se da ese rol y mapa de proyecciones, podemos conocer los resultados antes de preguntar: un desastre completo, corrupción total, venta al menudeo de información y alquiler de servicios a medios de comunicación y empresas.
Viendo esta realidad, la dictadura comunista de Cuba desarrolló un plan muy bien estructurado, idea que compró Hugo Chávez y en algún momento Lula Da Silva, aunque este ultimo abandonó el convenio por temas de liderazgo (Chávez continental, Lula solamente nacional y peor con el tema de Odebrecht y Lava Jato, que el propio gobierno cubano ayudó a diseminar, ¿No lo sabían?).
Cuba organizó el SEBIN venezolano, el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, una reestructuración de la Dirección Nacional de los Servicios de Inteligencia y Prevención, la antigua DISIP, a raíz de la necesidad de tener un organismo de protección y prevención política desde el Estado, bajo órdenes directas de un comité liderado por Chávez, Maduro, Cabello y dos generales adscritos al entorno más directo.
“Venezuela atraviesa una honda crisis económica y social, muy difícil de revertir. Y un retroceso democrático inaceptable. Con esta situación de país, el descontento de la población es enorme y las voces críticas y contestatarias son imparables. El Gobierno es consciente de ello, y utiliza la servicios de inteligencia (SEBIN) y contrainteligencia militar (DGCIM) para “neutralizar” a los desleales, es decir, a los disidentes”; así como reseñaban las pocas voces independientes que analizaban el proceso venezolano, se logró armar un complejo, moderno y muy eficiente escuadrón de inteligencia, cuyas primeras tareas –las más sencillas- eran perseguir e infiltrar a las fuerzas de oposición, hacer reglajes e interceptaciones de las comunicaciones, para luego pasar a los secuestros, extorsiones, torturas, asesinatos y desapariciones forzadas.
Conociendo este desarrollo y la disposición de equipos ya esparcidos en especial los últimos cinco años, el G2 de Cuba y el SEBIN se han repartido roles y presencia en América Latina, como una transnacional del control político, sirviendo al Foro de Sao Paulo en distintas movilizaciones y a determinados personajes de la ultraizquierda chilena, colombiana y mexicana en muchas ocasiones, así como a gobiernos afines (no necesariamente de izquierda o del Foro de Sao Paulo).
De esta forma, al ingresar el Perú a un limbo ideológico con Ollanta Humala, se inició una secuencial visita e intercambios con el G2 y luego con el SEBIN, siguiendo el modelo de instrucción externa y equipamiento interno. Decenas de agentes operativos y técnicos de análisis y evaluaciones de equipos de comunicaciones de la DINI Dirección de Inteligencia del Perú, viajaron a Cuba, Venezuela, Nicaragua (base Sandino 1 Oriente) para instruirse en el campo de detección, ubicación, seguimiento, represión y limpieza de datos y evidencias.
No son casualidades:
“El SEBIN, el servicio bolivariano de inteligencia, adscrito a la Vicepresidencia de la República, ha creado un sistema que le ha permitido controlar la acción penal, tener bajo cuerda a jueces y fiscales, institucionalizar impunemente la tortura, la arbitrariedad policial y la violación permanente de los derechos más elementales”.
Luego de Humala y corriendo en paralelo a la gratuita presencia del desorden provocado por las fuerzas políticas y económicas del país (PPK-Vizcarra-Merino-Sagasti-Castillo), los “convenios marco de inteligencia siguieron su curso natural” alimentados además por los proveedores de equipos, mayormente de fabricación israelí, gestionados en sus adquisiciones por intermediarios muy conocidos.
Castillo, meses antes de llegar al gobierno, fue apoyado por el G2 de forma intensa (ya había habido un acompañamiento con Bermejo, Nájar, Rojas y Cerrón en la etapa de planeamiento) y se sumaron cuadros de militares en retiro, cuyas afinidades con grupos como el Colectivo 3 de Octubre demostraron la intensa relación político militar de Cuba y sus pares nacionales (ideología, dinero y poder).
No fue nada difícil lograr que ciertos cuadros de segunda escala en la policía se comprometieran en el discurso y los objetivos de mediano plazo, aunque tuvieron que acelerar profundamente todo el engranaje, ya que las fuerzas de oposición en el Perú han ido avanzando sostenidamente y por eso, el SEBIN pasó a tener el rol principal: demoler las calles, impedir el cerco a Palacio, dividir a la oposición, sembrar descrédito, inundar las redes sociales. No por gusto se encuentran en el país más de 300 agentes operativos del SEBIN, ¿No lo reveló la prensa adicta al dinero del Estado? No, imposible. Nosotros lo mencionamos en más de una oportunidad.
El SEBIN y la PNP administran poderosos equipos de ciberespionaje y manipulación informática como el sistema Pegasus, de interceptación masiva como el sistema Reliant y de escuchas telefónicas como el antiguo sistema Constelación (no lo devolvieron, lo repotenciaron).
¿Y cuál es la tarea? Acabar con la oposición, tan simple como eso. ¿Se dan cuenta? Quieren, desde el gobierno, están tratando, desde el partido comunista Perú “libre” en convertir a la Policía Nacional del Perú en el nuevo apéndice local de la Policía Nacional Bolivariana, con la misma estrategia que contuvo las marchas y protestas en Venezuela, dividiendo a la oposición, reprimiendo todo esfuerzo de colectivos independientes, desprestigiando voces que en los medios levantan la voz por la Libertad y la Democracia, sustituyendo el lenguaje para reconvertir lo dañino en positivo y lo correcto en castigable, y actuando impunemente en lo que denominarán “resistencia a la autoridad” cuando te intenten detener o conducir ilegalmente a una supuesta comisaría (algo que en Venezuela produjo en un año 4,231 muertes violentas, por si acaso no lo han leído antes y nadie se los contó).
No se trata de una novela no publicada este relato, porque el inmenso despliegue policial del día sábado 4 de junio –con cinco mil policías uniformados y cerca de 500 de civil- solamente en Lima, es el anuncio del nacimiento de la policía política en las calles, cuadros militantes ideologizados, con uniformes, símbolos y armas que protegen a los extremistas de las izquierdas violentas, de odio, de los grupos pro gobierno que atacan a los ciudadanos en cualquier expresión popular de protesta.
Si no te preparaste para defender la paz, prepárate para luchar en la guerra.