Cuando uno se pone a conversar sobre los momentos políticos que se viven en el país, resulta que se ingresa a un espacio donde a veces se pierden amigos, se cancelan fraternidades, nace una frontera de “no te comprendo nada de lo que dices” y así, las tensiones, bajas pasiones, discusiones en voz alta y las ironías con aire de pelea a todo ventilador, se hacen la costumbre del fin de semana y entonces, no queremos volver a lo mismo, ni con los mismos de siempre (familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, conocidos de rango de cercanía y afinidad)
Hemos ingresado, en ese ejemplo, a lo que va a ser el día a día porque tenemos cerca de 40 agrupaciones que se van a querer matar “todo el día, todos los días” por demostrar que apalearon a sus oponentes y que son algo así como la única verdad, por encima de la soberbia, en el cielo de la vanidad.
Dependemos los siguientes meses de cerca de 40 ventiladores dispuestos a eliminar a sus oponentes, usando las armas que sean “necesarias”. Pero como antesala, ya se van dando algunos casos en los que dos o más listas que postulan una plancha presidencial en un mismo partido, están demostrando sus malas habilidades para hundir y desparecer a sus compañeros, a sus oponentes de la misma “fraternidad política”, soltando chismes, inventos y pruebas sucias, comentarios miserables y algo más (siempre hay espacio para la porquería y la maldad envuelta como misil).
La gente dice: “si así están entre hermanos, ¿cómo será con sus rivales? Pues lo van a ver muy pronto, no falta mucho para el estreno de tan estruendosa y criminal escena, porque la gran mayoría son -en nuestra opinión- a falta de líderes, dirigentes y hasta caudillos, un montón de mierda puesta en el voto presidencial y parlamentario.
Los candidatos, sus entornos, sus “cáscaras partidarias” tienen una agenda despreciable en curso: no se arriesgan a dejar de ser manipuladores de la opinión ciudadana, no quieren dejar de ser artistas decadentes del teatro del absurdo, no quieren perder el título de malos ejemplos en todo y para todo (y todos).
Por ello decimos nuevamente: ¿La política vuelve a concentrar la mirada pública o el rechazo será fulminante? La respuesta está, sin ser especuladores, en que “el milagro puede suceder, aunque hayamos dejado de creer”.
