Si los requisitos para ser Presidente de la República se hubieran escrito en normas de absoluta rigurosidad las últimas décadas, después de Fernando Belaúnde Terry, no hubiera accedido a Palacio de Gobierno ni uno de los que lo ocuparon, porque los pergaminos que lucían, siendo un “tal vez”, no daban para nada bueno en principio. Pero, razones más, razones menos, aquí viene la polémica militante del fanático: ¿Acaso Alberto Fujimori no hizo un buen primer tiempo y acaso Alan García no realizó un segundo tiempo exitoso? La pregunta se responde por sí misma y tiene dos partes inseparables y condenatorias: (1) requisitos para ser, y (2) lo que hizo.
En “requisitos para ser”, Fujimori no tenía una carrera o una conducción política, no era ni líder ni dirigente, se trataba de un buen profesional, un catedrático universitario, con una familia bien constituida, punto. En cuanto a García, se trataba de un dirigente político partidario y un líder en ascenso nacional, pero no era un profesional destacado, tampoco un referente en algún tema de trascendencia e importancia. Los dos “la fregaron”. Fujimori después de su primer gobierno, Alan antes de su segundo gobierno. En consecuencia, sobre “lo que hizo” cada uno, la historia es contundente y el juicio riguroso -de condena o elogio-, es potestativo de quien lo emite. Eso no se encuentra en discusión.
Veamos la evolución política del país. Han pasado muchos años de líos y caos, acuerdos nacionales inservibles y promesas de unidad, entendimiento y reconciliaciones. Es decir, han seguido apareciendo los mismos cuentos de siempre y los nuevos cuenteros de toda la vida, impregnados de demagogia, populismo y artes de engaño.
Los partidos no existen como instituciones, menos como organizaciones, mucho menos como colectividades al servicio de causas justas, ideas de progreso, propuestas de desarrollo y soluciones de consenso, sostenibles en el tiempo. Los partidos son ahora, empresas fantasmales constituidas por operadores comerciales para que obtener compensaciones en beneficio propio, invierten en la búsqueda, conquista o alquiler de una marca partidaria que permite participar en un proceso electoral “si quieres”. Por eso, cuesta mucho dinero ser candidato, se debe tener una buena cuenta bancaria o auspiciadores buenos y malos, formales e informales, legales o ilegales y en eso, la caverna del partido es muy amplia para captar lo que les caiga y luego, ver si eres o no eres “candidateable” para las elecciones.
Los partidos “modernos” a diferencia de los que alguna vez existieron, cobran cupos como cuotas iniciales, ya que la deuda total por alquilar sus espacios para candidatos que resulten elegidos, se deben honrar en letras secuenciales, que son por ejemplo, ganando contratos en el Estado, eligiendo asesorías en ministerios, cerrando licitaciones públicas a dedo, pidiendo puestos de trabajo y hasta diplomas y medallas que le reconocen méritos y cualidades que nadie conocía, al que le hizo el favor de ponerlo como candidato.
En esa maraña de juegos de inversión, especulación, preocupación y expectativas, se encuentran angustiados hoy en día cuarenta y tres partidos políticos sin cuadros directivos nacionales, sin referentes propios en cada rubro de la administración pública, sin expertos identificados para gestionar y dirigir el aparato estatal, sin planes, sin ideas y sin propuestas para enfrentar los innumerables problemas del Perú y los peruanos. Y, de esos 43 partidos, hasta el momento, no se conocen líderes ni dirigentes con voz propia y rostro natural, porque lo que hay, es nada más y nada menos que maquillaje sobre el rostro de los culpables de siempre (los mercaderes de la política).
En tal escenario, viene por impulso la pregunta ciudadana que cuesta responder: Si no hay nadie que valga la pena ni constituya una esperanza de sensatez y tenacidad, ¿Es que estamos tan desesperados, por carencia de líderes políticos y dirigentes sociales, que debemos impulsar una figura de los medios de comunicación que nos parece lo más objetivo y empoderada posible en esta complicada coyuntura? ¿Nada sirve y miramos al lado para decidir que lo mejor es un camino que podría ser lo más adecuado, antes de volver a los mismos de siempre?
Esa es la realidad. No se trata de sacar una carta de la baraja de la timba, sino de ubicar una posibilidad distinta que nos permita acercarnos a algo medianamente correcto y honesto, ya que lo perfecto y honorable no existe y lo imperfecto y delictivo se ha convertido en la eterna novela del fracaso peruano.
Entonces, hablemos del señor Butters, alguien que tiene marcadas sus convicciones y no teme sostenerlas, siendo ello un buen punto de partida. Un pre candidato que explica con apasionamiento lo que cree que se debe decir y no necesariamente lo que algunos creen que debe responder. Butters ha armado su guion de frases y plataforma de diálogo, su estilo de conducir la conversación. Por eso, al estar ordenado en sus ideas y en las propuestas que puede anunciar, guarda una fórmula muy interesante de repetir y sostener, repetir y sostener. Eso es fundamental en una campaña previa a la nominación como candidato presidencial y eso, repetimos, es meritorio.
¿Qué es lo negativo en Butters? Esa respuesta la decide cada persona, no sus opositores. Lo que podemos decir en esta columna de opinión, es lo que a nuestro criterio “le falta” para que veamos la imagen total y la película completa (que él protagoniza). Y lo que le falta es contar menos lo que él cree que lo adorna (quién lo conoce, a quién conoce, decir que solo se rodea de los mejores o que es un experto en seleccionar gente). Cuidado, mucho cuidado con la imagen de soberbia y peor, mucho cuidado con la vanidad excluyente que alimenta el ego en una sociedad que muere de miedo por decir sus logros y que no sabe medir sus impulsos. Hay que aprender a decir bien las cosas y en este sentido, los periodistas y comunicadores no saben hablar bien de sí mismos, sin dejar de venderse en aplausos propios. Es muy distinto estar con buenas personas, invitar a buenos peruanos, solicitar la participación de “todas las gentes” con experiencia demostrada y honradez reconocida, a expresar el “solo yo los tengo”.
Los peruanos que NO son tus “mejores” a tu lado, son millones más que es escogidos. Es importante que hagas de conocimiento público a tus invitados “expertos”, pero no los titules “los mejores” (recuerda a los de lujo, que fueron un fracaso y la antesala de Vizcarra, Sagasti, Castillo y la trituradora Boluarte).
Enfoquemos: La pre candidatura presidencial del señor Butters va por buen camino, haciendo lo que más le gusta hacer, yendo adonde no lo quieren y respondiendo a los que le atacan. Es una decisión importante para marcar territorio y dar a los demás, los límites del lanzamiento de sus ataques y descréditos. ¿Alguien más lo ha hecho o tiene esa idea de dar la cara anticipada y repetidamente? Sí, lo ha hecho López Aliaga, aunque con otro estilo y otros perfiles. Keiko Fujimori no lo hace, rehúye tontamente y da más espacio a sus atacantes, porque está muy mal asesorada por saltimbanquis y hunde amigos que la alejaron del auténtico pragmatismo fujimorista (el de su padre, Alberto Fujimori).
Butters es hoy en día una opción que para consolidarse, si es logra ser candidato por el partido Avanza País, que no es un partido con organización territorial, que no tiene cuadros dirigenciales preparados y carece de planes y programas mínimos de trabajo político, necesita armar equipos partidarios, equipo de voces políticas, equipo de ideas y propuestas, equipo de calle y vereda, que no es él, sino lo que lo tiene que sostener a él, en la campaña y si llega a Palacio, en el gobierno, bajo el trípode partido-parlamentarios-pueblo, ya que si carece de partido, ese flanco que tiene dueño -y no es Butters- se le puede voltear o abandonar en cualquier momento; si no tiene una bancada fuerte en diputados y senadores -con gente extraordinaria a diferencia de la podredumbre mercenaria- verá a tránsfugas que tomaron su nombre e imagen, clavándole los puñales de la traición y demolición y, si no tiene al pueblo bien informado “antes de cada paso y movimiento”, por muy robusta que pueda ser su figura, se verá sacudido por un terremoto ciudadano condenatorio. Trípode Butters, tres poderes, un gobierno, eso es lo que hay que mirar, construyendo una forma de hacer política desde un partido, en el gobierno, con el congreso y de la mano de la gente (del pueblo).
Finalmente, hoy, además de Rafel López Aliaga y Keiko Fujimori, no se ve, no se conoce ni se vislumbra una sola figura con ganas de ser Presidente del Perú, salvo claro está, el señor Butters. ¿Y de los 40 partidos restantes que se están anunciando como plataformas presidenciables, no hay nada? Efectivamente, no hay nada, no hay nadie que valga mención alguna hasta el momento.