Decenas de peruanos han fallecido en medio de actos de violencia impulsados por un sector ideológico y político que conspira contra el país frecuentemente, pero no recibe respuestas finales y contundentes, en virtud de palabras tan escasas de significado –en estos momentos-, como pedir, solicitar y casi rogar por un “diálogo” mientras te atacan con piedras y explosivos, mientras queman tu casa o tu negocio, una agencia bancaria, las oficinas de la Fiscalía y Comisarías, mientras bloquean agresivamente carreteras impidiendo el flujo de viajeros, trabajadores y proveedores de alimentos, medicinas y combustible, mientras cierran el acceso a las fuentes que generan la mayor actividad turística del Peru, mientras destrozan el Oleoducto y contaminan a propósito los ríos de nuestra Amazonía con el criminal derrame de petróleo, mientras invaden la central de distribución del Gas de Camisea y pretenden hacerla estallar, mientras queman instalaciones agroindustriales perjudicando a decenas de miles de trabajadores que se van quedando sin empleo, mientras hacen del saqueo a una pequeña bodega o un supermercado, el hábito del odio y el resentimiento…
Lo descrito es “una pequeña parte de un gran daño” que sigue ocurriendo y que se apaga por un lado, mientras se enciende en el otro extremo. No es una foto del momento, es la película de nuestra historia devenida a menos.
Grupos de vándalos son arreados de un lado a otro del país, de un lado a otro en las ciudades, significando el despliegue de millones de soles de procedencia que nadie declara como suya (y no es proveniente de colectas, ni de rifas, como siempre dicen las izquierdas cuando están en campaña electoral). Es así que la suma de dineros “oscuros”, junto a la milicia que no trabaja y se dedica a protestas y enfrentamientos violentos todos los días desde hace casi dos meses, configura un bando organizado, en el cual evidentemente existen acciones de “incursión, ataque, sabotaje y destrucción para arrasar y demoler políticamente al adversario, al enemigo”, eso es innegable, cubanamente innegable.
Esta configuración del escenario nos va revelando el cuadro que muchos niegan porque no se atreven a decir ahora y en este momento, que estamos entrando hoy, a una guerra civil “de nuevo tipo” (lenguaje marxista), con actores de “nueva conformación”.
¿Guerra civil? “De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), una guerra civil es un conflicto que enfrenta a los habitantes de un mismo país o nación. Se trata de una lucha violenta, entre personas que conviven en un mismo territorio, pero tienen diferentes intereses o ideologías que pretenden imponer por la fuerza”
En el caso del Perú, se están produciendo enrolamientos forzosos de campesinos, trabajadores y miembros del magisterio en algunas provincias (una especie de cuotas obligatorias) y contratos “a cambio de”, para asegurar brigadas de supuestos voluntarios que se movilizan hacia algunas ciudades capitales de Región o hacia Lima. Todo esto es para enfrentar a peruanos contra peruanos, para generar una lucha violenta detrás de la cual, hay un sector político, de la izquierda claramente subversiva, dispuesto a todo, “porque la hora les ahoga” y esta es su ultima oportunidad de instalarse para quedarse eternamente. ¿No lo ven así?
Las izquierdas en el último proceso electoral municipal y regional no han sobrepasado el porcentaje que les podría permitir definirse como opción política o fuerza electoral. En consecuencia, se están reduciendo y por eso, están en desesperada y provocada ebullición con lo poco que les queda, pero en una alianza perniciosa con los cárteles del contrabando, las drogas, la trata de personas, la contaminante minería ilegal y por supuesto, los medios y oenegés militantes del discurso del odio y el resentimiento. Es una ebullición con la olla casi vacía y ese vapor “gasea” agresividad y victimización por todos lados.
Por eso les hablo, no de una posibilidad, sino de la realidad que no queremos ver, aunque después vendrán a decirme que se trataba de un “conflicto interno” que escaló a otras formas de violencia no armada, pero no es así, ustedes lo saben, no lo aceptan.
La pregunta es válida: ¿Comenzó la guerra civil?