El siempre acertado y agudo analista Fernán Altuve ha bautizado a estos últimos 22 años como “la república caviar”, la que se inició con el gobierno transitorio de Paniagua dizque para restaurar el orden democrático.
Muchos demócratas de verdad cayeron en el error de ponerse a lado de quienes tenían una estrategia de capturar el poder sin haber ganado una elección. Cabe decir sin embargo que el caviaraje ya estaba infiltrado en el Estado incluso desde el gobierno del Presidente Fujimori vía sus oeneges en temas de mujer y la reforma judicial.
Con Paniagua está presencia se hizo evidente capturando ministerios claves para la difusión de sus agendas aberrantes y de muerte.
El objetivo primario fue “reescribir la historia” de lo que había sucedido en los últimos diez años y así se hizo desde la llamada “comisión de la verdad y reconciliación”, con ello se empezó la destrucción de las Instituciones, se persiguió a quienes habían combatido el terrorismo y a los que habían gobernado so pretexto de “combatir la corrupción” sobre todo en el gobierno del corrupto Alejandro Toledo. Qué ironía.
Lo que siguió ya es conocido. Promovieron la destrucción de la Familia, la ideología de género, el asesinato se seres humanos concebidos y la legalización de las drogas (“marihuana medicinal”); valiéndose de los medios de comunicaciones, los colegios y universidades, diferentes manifestaciones culturales y diciendo ser la vocería de la llamada “sociedad civil”.
La influencia del caviaraje no dejó de estar presente ni en el segundo gobierno de Alan García. En las siguientes elecciones promovieron el anti fujimorismo y con ello apoyaron a los candidatos que en el 2011, 2016 y 2021 lograron hacerse del gobierno. ¿A cambio de nada? Claro que no. Cupos en ministerios, jugosas e inservibles asesorías y consultorías y la captura del sistema judicial y electoral.
Pero el momento cumbre de caviaraje sucedió en el periodo de la caída sucesiva de PPK, Vizcarra y luego la de Merino, con la abierta promoción y complicidad en la algarada comunista de noviembre del 2020 que llevó al poder a Francisco Sagasti quien le hizo “la camita” al castrochavismo que accedió al poder “gracias” a unas elecciones cuestionadísimas, en las que con el 2.1% de votos el partido morado (caviar) “logró conseguir” tres escaños. Digno y muy propio de aquellas elecciones.
Sin embargo, el servinacuy con el comunista Castillo no duró mucho y hoy el caviaraje pasa a “la oposición” pretendiendo volver a “la receta” de tomar el poder sin el voto popular a través de “colectivos” que no son sino el propio cascarón del caviaraje o sea el llamado “partido morado”.
He leído algunas opiniones sobre cuál debe ser el futuro del Perú y de las organizaciones políticas.
El imperativo de hoy es una salida al castrochavismo y ésta pasa por un gobierno de transición no caviar. Una transición que logre sacar al Perú de UCI, fumigar el Estado, refundar el Sistema Judicial y Electoral y reformar “la reforma del Lagarto”
En ese camino deberán coincidir todos los partidos democráticos, incluyendo aquellos mal llamados tradicionales (APRA, PPC).
Los partidos como AP, APP, SP, y PODEMOS que han servido de furgón de cola del vizcarrismo, del caviaraje y del comunista Castillo deberán zanjar su futuro sino la propia ciudadanía los enterrará, como lo h hecho con la cuna del caviaraje, es decir, los Morados.
Todos los peruanos tienen el derecho a participar organizadamente pero de “verdad” y no como aventuras personales o de capillas.
Sobre el Fujimorismo, ojalá que encuentre finalmente un Norte y las opciones liberales y conservadoras tienen sus propios espacios. Los primeros no como fantoche del caviaraje y los segundos, en defensa de los Valores y Principios hoy olvidados y pervertidos por agendas aberrantes.