Una reciente encuesta muestra que “un porcentaje similar de demócratas y republicanos creen… que Estados Unidos dejará de ser una democracia en la próxima década”. Dos quintos de cada partido, sin embargo, está en desacuerdo acerca de que una dictadura fascista o comunista la reemplazará. Los encuestados no comprenden ambos sistemas y los motivos de por qué se viene una dictadura.
La manipulación con objetivo ha exacerbado estos sentimientos. El lenguaje sesgado de la Casa Blanca nos está dividiendo y apresurando la caída de Estados Unidos hacia una tiranía.
Los comunistas y los fascistas son ambos totalitarios. Los comunistas se dieron cuenta que insistir en la eliminación de la propiedad privada limitó su habilidad de conquistar sociedades. Ellos descartaron aquel principio después de la desintegración de la Unión Soviética en 1989. Los comunistas, para aquel momento, entendieron que el gobierno no necesita ser dueño formalmente de una propiedad para controlarla.
Merriam Webster define al fascismo como “un gobierno autocrático centralizado encabezado por un líder dictatorial, severamente restrictivo económica y socialmente, y supresión forzosa de la oposición”. El fascismo no elimina la propiedad privada y es idéntico al nuevo comunismo.
Ambos son opuestos de la libertad y usualmente escuchamos que debemos condenar a ambos extremos por igual. Esto es una distracción. Los genuinos extremistas de derechas —no los que apoyan a MAGA (Make America Great Again)— son una cantidad minúscula en comparación con los extremistas de izquierdas. Los primeros no tienen poder y están siendo exagerados por los segundos, quienes ahora gobiernan.
Los totalitarios tratan de confundir al público en cuanto a quién está en conflicto. Ellos quieren hacernos creer que son demócratas frente a republicanos, liberales frente a conservadores y grupos abiertos frente a grupos cerrados. Ellos quieren distraernos de la verdadera confrontación: tiranía frente a libertad.
Liberal solía denotar apertura, tolerancia y la evaluación de los resultados de políticas públicas. Los que hoy en día se describen como liberales son iliberales: dogmáticos, intolerantes y reacios a examinar los resultados de sus políticas.
Conservar es mantener algo sin que cambie o sin que se pierda. Esto es imposible para la mayoría de cosas, ya que el cambio es constante. Es posible, sin embargo, evitar que principios atemporales sean descartados por fines políticos. La actitud de uno frente a los conservadores depende de lo que están tratando de conservar.
Joe Biden y su equipo constantemente caracterizan a los que apoyan a MAGA como extremistas, insurreccionistas, supremacistas blancos y terroristas domésticos. Esto se hace para crear enojo y miedo mientras se previene que se examine quiénes son en verdad ellos y lo que dicen.
Si los que apoyan a Biden vieran lo que significan sus palabras, ellos se darían cuenta que hay una gran diferencia entre la violencia al estilo Al-Qaeda y una activa oposición política. Comparar a Osama Bin Laden con los que apoyan a MAGA es engañoso deliberadamente.
El régimen de Biden persigue a cualquiera que esté remotamente relacionado con los eventos del Capitolio del 6 de enero para hacer que la comparación falsa parezca verdadera. Nadie en aquel evento intentó derrocar al gobierno y no tenían la capacidad para hacerlo.
Yo he asistido a las conferencias CPAC y de la Coalición de Fe y Libertad y nunca encontré a un extremista, insurreccionista, supremacista blanco o un terrorista. Las personas en estas conferencias están preocupadas por la libertad y ellos entienden que no pueden ser libres hasta que todos sean libres.
Los seguidores de MAGA se centran en los méritos individuales en lugar de características demográficas. Los colectivistas, quienes son en realidad racistas, incitan al conflicto y asumen pensamientos grupales.
Debajo de los juegos de palabras de los tiranos y las acusaciones sin argumentos se encuentra su récord de políticas fallidas y abuso de poder. Usar como armas a las agencias federales en contra de sus oponentes políticos representa una amenaza a la democracia. Esto incluye el uso de los poderes de la Ley Patriota, creada para combatir terroristas extranjeros, en contra de los oponentes políticos del régimen. Los 87.000 nuevos agentes de la autoridad tributaria IRS van a apuntar e intimidar a sus oponentes políticos, tal como hizo el IRS de Barack Obama.
Una amenaza genuina a la democracia es que el poder ejecutivo no haga cumplir la ley en la frontera sur. La diferencia entre el régimen de Biden y aquellos a los que demoniza es que el régimen tiene poder y está violando la Constitución y nuestras leyes. El pecado de sus oponentes políticos existe únicamente en el discurso del régimen y sus medios aliados.
La demonización es fundamental para la estrategia del régimen de Biden y acentuarla antes de la elección es deliberado. Los portavoces del régimen utilizaron erróneamente la palabra moderado para describir a los republicanos que faciliten su tiranía al no identificarla ni oponerse a ella.
El régimen y sus aliados están ansiosos por demonizar a los republicanos seguidores de MAGA como extremistas. Esto mantiene alejados de la verdad a sus seguidores y cualquier otro que puedan engañar. Los demócratas irán así de lejos para elevar a candidatos que luego podrán demonizar, como sucedió con el general retirado Don Bolduc en Nuevo Hampshire. Los demócratas lo ayudaron a ganar las primarias republicanas para luego ayudar a la senadora Maggie Hassan a ganar la reelección.
El régimen de Biden y sus aliados identifican a Bolduc como un “negacionista de las elecciones”. Levantar sospechas es ahora “extremismo”, aunque las elecciones de 2020 no han sido debidamente investigadas; así como la invasión del Capitolio en enero 6. El régimen y sus aliados no quieren transparencia, ellos prefieren imponer su versión sobre nosotros.
Bolduc y otros veteranos se sacrificaron para que el resto de nosotros seamos libres. Por más que ellos crean en los atemporales principios estadounidenses y promuevan la libertad, el régimen de Biden les teme y los demoniza.
Los encuestados que temen que nuestro gobierno se vuelva una dictadura fascista están enfocados en las personas equivocadas. Ellos deben ver más allá de las palabras del régimen y enfocarse en las acciones del mismo.