Cuando oímos la palabra “revolución” entendemos, en primera instancia, que hace referencia a un cambio total que puede estar como proyecto futuro de algo que todavía no se ha realizado, o se refiere a un suceso histórico, que se dio en un momento determinado, y que cambió las circunstancias de un determinado lugar o del mundo entero; piénsese por ejemplo en la revolución francesa.
En el mundo han existido muchas revoluciones que han producido cambios significativos, algunas han sido muy violentas y cruentas, otras sin derramamiento de sangre, como cuando ocurrió la caída de la muralla de Berlín. Una revolución no es necesariamente una rebelión, es más bien una toma de conciencia, un acuerdo para que se produzca un cambio.
Cambios importantes que deben darse
Los líderes políticos suelen pregonar futuras revoluciones cuando ponen en evidencia los cambios que harían falta en una sociedad. Si miramos despacio en mundo de hoy, debemos advertir que hacen falta muchos cambios que podrían dar cabida a una revolución mundial.
La revolución más grande de la historia fue la que hizo con su llegada Nuestro Señor Jesucristo. Los cambios, hasta ahora, son significativos y están dirigidos a cada persona individual. Muchos cambios son conversiones que significan mejoras individuales como persona, al haber encontrado o reencontrado el sentido de fondo de la vida: la finalidad del ser humano en el mundo.
La Revelación motiva una revolución
En los tiempos actuales, es urgente volver a recordar, que la revolución que el mundo requiere está motivada en la Revelación que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo y que la Iglesia conserva y enseña.
Si miramos lo que Cristo nos pide nos daremos cuenta que necesitamos cambiar. Para que se produzcan los cambios que la sociedad necesita, es urgente el cambio de cada persona.
Cristo llega a cada hombre y le pide dejar cosas para poder seguirlo a Él. Cuando le decimos que sí, descubrimos que se da un progreso significativo en nuestra vida. Se ha producido un cambio para ser mejores, que nos alegra muchísimo, porque es el descubrimiento de la libertad y de la felicidad.
Hoy más que nunca la sociedad necesita mirar a Cristo y vivir de acuerdo a sus enseñanzas.