Parece una locura: tenemos una buena Constitución Política y un marco de leyes que se derivan de su implementación progresiva en el tiempo, para hacerla a su vez, sostenible en el tiempo, pero desde unos años atrás, vivimos una escena de incertidumbre diaria en el país y vemos como si fuera normal, que para lograr lo absurdo o lo que pertenece a la boca de unos cuantos y el bolsillo de otros tantos, sólo es necesario bloquear calles, romper vidrios de algunas tiendas o estaciones del metropolitano, golpear Policías y encender la pradera con el apoyo de algunos medios de comunicación que transformarán la realidad para victimizar al que destruye y volver culpable al que debe resguardar el orden. Así se construye el andamiaje del populismo en cuestión de días, de horas a veces.
No es imprescindible que “las protestas” sean multitudinarias, bastan unos cientos, tal vez hasta unos pocos miles –en una ciudad de 11 millones- en éxtasis de gritos y arrebatos, para que el gobierno (uno de los tres que hemos soportado en este breve período) en incomprensibles actitudes, ceda a lo que sea.
No existe principio de legalidad, no funciona la autoridad, el Estado de Derecho se ha convertido en uno de deshecho para esos fines, populismo.
Y entonces viene la gran pregunta ¿Qué pasará ahora, en estas elecciones tan llenas de arenas movedizas?
Si triunfa Keiko Fujimori, se alzarán en protestas de fraude los grupos extremistas y sus nuevos aliados de las izquierdas radicales como Patria Roja (Partido Comunista del Perú es su nombre y se dicen no ser comunistas, imaginen qué más esconden o de qué más se ocultan), los no agrupados (Sendero Luminoso en sus fachadas por sectores barriales, académicos, magisteriales, VRAEM, Alto Huallaga) y por supuesto, los grupos autodenominados intelectuales y progresistas, que abarcan desde artistas y cantantes, hasta periodistas y narradores de noticias. Es una alianza que no se reconoce como tal, pero están muy entrelazados, con un mismo discurso, bajo similares alforjas.
Claro que tienen una opción más peligrosa y de mejor futuro: Molestarse con los resultados electorales, decir que perdió el pueblo y medir día a día a Fujimori y sus aliados haciendo escándalos en el Congreso. Al primer “error” identificado por ellos -pero calificado como maldad, traición, atentado contra el pueblo-, saldrán con todo para obligar la reacción, la represión, la fabricación de víctimas y apostar por la renuncia de Keiko y volver al mismo caos: nuevas elecciones, nueva Constitución… socialismo peruano del siglo XXI.
Así es el populismo, la mecha del cartucho de dinamita que explota contra la Libertad y la Democracia.