Cuando nos describen a una persona indulgente pensamos enseguida que es muy buena, que comprende, que no condena a nadie y que sabe perdonar. Nos puede parecer que cumple con lo que Jesucristo nos enseña para lograr ser un buen cristiano.
Pero cuando la sociedad está imbuida en un ambiente relativista que es permisivo y las grandes mayorías piensan que la posición ideal es el término medio entre el bien y el mal, entonces la imagen del hombre indulgente relativista dista mucho del modelo que Cristo Nos enseña.
No se puede esconder la verdad
Cristo con su Palabra predica la Verdad y el mismo dice: “yo soy el camino, la Verdad y la Vida”. No se concibe una persona cristiana que no ame la verdad. Cuando se ama la verdad se rechaza la mentira; en otras palabras: cuando se quiere el bien se rechaza el mal. No caben términos medios.
Cuando la sociedad relativista esconde la verdad, suben otros “valores” como “lo correctamente político”, “lo que es conveniente”, “lo que es divertido”, “lo que me gusta” “lo que me provoca” “lo que me da placer” “lo que dicen las mayorías” “lo que me hace quedar bien” “lo que es más fácil” “lo que es más práctico” “lo que manda la norma” “es lo que se hace ahora” “es lo que está de moda”
Estas respuestas reflejan una mentalidad de personas que pueden situarse en dos grupos:
1) El grupo de los líderes manipuladores, que son los que se aprovechan de una sociedad informal que ha escondido la verdad, para adquirir la patente de corso y poder hacer los destrozos que ellos quieran “conforme a ley” y diciendo que son demócratas.
2) El grupo de los indulgentes se ponen en una postura de mediadores queriendo “comprender” a los polos opuestos. Son los que, sin darse cuenta, quieren amistar el bien con el mal, pero al mal no lo llaman como tal sino como una opción posible que hay que respetar.
En este grupo se encuentran los que creen que el mundo se va a arreglar con un consenso general de todos los habitantes. Unos son eclécticos y otros sincretistas.
Con una mentalidad relativista es fácil perder el sentido del pecado
En estos ambientes abundan los chamanes y los fanfarrones. En los ámbitos más elevados los pedantes, los arrogantes, los agoreros, que están llenos de teorías y se creen unos genios.
Lo que hacen habitualmente es mentir a todo el mundo para apoyarse a ellos mismos y defender a los que están “negociando” con ellos. Son descaradamente cínicos, no les importa el bien, ni la honra de las personas, ni el país en donde viven. Solo buscan beneficiarse ellos a toda costa.
Cristo nos ha dicho que el mundo se arregla con la verdad y combatiendo el mal (que es el pecado) y para eso se requiere la conversión de las personas. De allí todas las enseñanzas que aparecen en los Evangelios.
Es urgente salir del relativismo y de la informalidad para encontrar los espacios de libertad que nos permiten ver con más claridad la realidad y no estar imbuidos de resentimientos, odios, o ideologías que en vez de liberar al ser humano lo esclavizan.
Como dice el mismo Jesucristo: “el que pueda entender que entienda”
Para tener en cuenta:
“Actitud o tendencia de la persona que tiene especial facilidad para perdonar las ofensas, o castigarlas con benevolencia, y para juzgar sin severidad los errores de los demás” (Diccionario).
“También, la persona indulgente puede ser vista como aquella que cede fácil o se deja llevar. Los sinónimos de indulgencia son: tolerancia, condescendencia, clemencia, misericordia, absolución, entre otros” (Indulgencia).
“El relativismo es una corriente filosófica que afirma que todos los puntos de vista son igualmente válidos, por lo tanto, toda verdad es relativa a cada individuo” (Diccionario).
“El relativismo ético y moral afirma que no hay moral ni ética universal. Este concepto es controversial y provoca efusivos debates, ya que cuestiona la universalidad de los códigos, tanto éticos como morales, que las religiones monoteístas predican” (Diccionario).