Un “periodista”, comunicador, o algo así por el estilo, que lee lo que le escriben otras personas, ya sea en un canal de TV o en una radio, se encuentra haciendo la fila para el pago del servicio de energía eléctrica que se le ha vencido (no pagó dos meses y le cortaron la luz). Es un hecho casual que le ocurre a miles de personas, es un tema que padecen cientos de miles porque a las justas van teniendo ingresos más o menos razonables y deben ir priorizando otros gastos y se les pasa el de la luz, o el del agua, o quizás otros pagos, no lo sé, lo presiento al ver rostros de angustia.
Sea cual fuere el motivo, le cortaron la luz al supuesto “líder de opinión”, que en verdad es alguien que usa ternos de muestra, peinados de mostrador y maquillaje barato para leer las noticias y algunas cuartillas de quinta categoría. Eso es lo que ves y escuchas cuando enciendes la tele y sintonizas algún programa de esos que hablan de robos, muertes, asesinatos y aplausos al gobierno. ¿Vamos bien? ¿Entras en escena?
Bueno, ese narrador de hechos, está en la fila de pagos del servicio de energía eléctrica y se le nota inquieto, mueve las manos como con necesidad de jalarse algo, toca con la suela varias veces el piso brillante del local (como un zapateo chicha, algo lento, algo tic tac luego), mira para que lo miren, pero nadie lo saluda, aunque lo reconocen y le desvían la mirada.
El local está lleno, es fecha “de corte de luz por falta de pagos”. Yo estaba en espera de ser atendido por un trámite de cambio de nombre en la facturación y había reservado mi cita con una semana de anterioridad felizmente, pero lo vi al acartonado que iba mostrando un rostro nada amable, mordiéndose interiormente algo hasta que expresó: “¡Es el colmo, llevo más de una hora y no avanza la fila!”.
Eran las 11:22Am y el mentiroso había llegado a las 11:15am, yo estaba desde las 11:00am teniendo cita a las 11:30am pero, por precaución para encontrar estacionamiento, y porque tenía tiempo, fui mucho antes, para tentar si lograba hacer que me atiendan más temprano, como una posibilidad para ir luego de compras al mercado, saludar a viejos amigos, tomarme un jugo surtido y caminar, caminar un rato.
Resulta entonces que el mentiroso de la TV siguió con su griterío y conversión de energúmeno a sicópata, no encontrando mejor víctima para su “histeria” que el señor de seguridad. Ante ese abuso, ante esa actitud agresiva, una cantidad ejemplar de personas decentes, correctas, de ciudadanos que no vivimos de la teta del Estado –ni nos interesan sus tetas tampoco-, lo pusimos en su sitio, callándolo y botándolo con la misma fuerza que queremos que su amo y su patrona se vayan.
Le conté esto a unos amigos, luego, al tomar mi jugo surtido y comerme un sabroso pan con jamón en el mercado. Fue interesante saber que no es el único destetado de la prensa que se hace el mandamás, el importante, el dueño de todas las verdades y todas las mentiras, alguien al que le deben dar todas las facilidades y preferencias, sino que hay una larga lista de “periodistas” que se creen la divina pomada, los elegidos sin recibir votos y los dueños de la omnipotencia, se creen gentes con derechos sobre los demás y no pasan de ser renacuajos y lombrices de una raza que debe extinguirse.
La telenovela agresiva que todos los días repite el mismo capítulo, la protagonizan los guionistas del odio. Esos, los de la pantalla de la TV gris y más oscura, los de la mesa de agresiones (no es de entrevistas) de la radio y algunos más, de los diarios menos.
Hay que ponerlos en su sitio, al igual que a los políticos.