Recuerdo mucho CADE 1972, con apenas 11 años de edad, escuchando una extraordinaria conversación de mi padre con Walter Piazza que me dijo “¿Así que eres de La Recoleta como yo?, vamos que te voy a presentar a más recoletanos”. Y desde aquél tiempo de observaciones, lecturas iniciales, aprendizajes y ocasionales asistencias a cada CADE que podía atender, compartiendo minutos con Fernando Belaúnde, Ernesto Alayza Grundy y Felipe Osterling Parodi, también de La Recoleta, supe que quien fuera Primer Ministro, Pedro Beltrán -recoletano-, inauguró la primera CADE o Conferencia Anual de Ejecutivos (en realidad, de Empresarios) en Paracas, una sede que nunca debió dejarse de lado, por ser lugar símbolo de la majestuosidad de la inteligencia puesta al servicio del país.
De aquellos tiempos a los de ahora, CADE ha cambiado bastante, unos dicen que para bien, otros sienten que falta “algo de antes”, eso que inmortaliza las ideas, las propuestas y la acción. Creo que son correctas esas observaciones que no se contraponen, al contrario, se enriquecen. Uno a ello, la trascendencia de mi colegio, los Sagrados Corazones Recoleta, fuente inagotable de peruanidad, talento y amor al Perú.
Les comento esto porque desde el primer impulso, CADE fue bastión de iniciativas y de oportunidades, un camino de construcción de valores, ejemplo de virtudes y promoción de principios que alcanzan a todos y van hacia todos.
Con el paso del tiempo y la variación de las tendencias empresariales e intereses nacionales, CADE fue incorporando y permitiendo la presencia de otros actores que intentaron incluir al Estado como parte de la agenda, cuando en realidad, es el país el centro de las preocupaciones y esperanzas, no el Estado, no los ministros y muchos menos los congresistas, ni tampoco los funcionarios públicos que buscaban pasar unos días de relacionamiento o búsqueda de nuevo empleo, en vez de trajinar afanosamente en el interés nacional, aprendiendo de los que saben y hacen más por el país. No entendían y aún no comprenden que CADE no es un encuentro de empleados públicos con empresarios privados, sino que se trata de una escuela de experiencia y diálogo, para darle soluciones privadas a los problemas públicos.
Creo en consecuencia que las palabras de Don Walter Piazza cobran hoy más relevancia que aquellos años iniciales cuando dijo con acierto y emoción: “…la existencia, o mejor aún, la aparición de empresarios depende de la presencia de un adecuado clima de motivación empresarial y de un reconocimiento del efecto multiplicador de este clima”. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos más empresas, más empresarios, no más Estado. Y por eso también, la trascendencia recuperable de cada CADE, tiene que comenzar ahora, haciendo que el Estado, que los gobiernos, que los empleados públicos se pongan en marcha con los estándares del éxito en lo privado.
Cada ejemplo de éxito, tiene, debe de seguirse y hacerse público, con el espíritu imparable de la sensatez y la tenacidad que tenemos los empresarios privados en el Perú.