Lo que muy pocos pensaron que sería realidad, hoy lo vemos –lamentablemente- convertido en un suceso diario, un discurso contínuo y mensajes frecuentes, donde se incita a la violencia, donde se promueve odio y resentimiento, donde se esconde un explosivo para lanzarlo por la espalda contra un Policía, un Soldado o un ciudadano que está en su trabajo, un centro de labores que ha sido rodeado por grupos armados que quieren invadir, destruir, arrasar, quemar, incendiar y eliminar todo lo que sea progreso y herramienta de desarrollo. A eso hemos vuelto en el Perú de estos años de discordia y permisibilidad con el terrorismo y sus “remanentes”, o sea, los hijos, socios y herederos del terrorismo sanguinario que ocasionó decenas de miles de muertes en el Perú.
Nos quieren hacer creer que “humildes campesinos, humildes pobladores y humildes medios de comunicación” están alzando una voz popular de protesta porque quieren una nueva Constitución y quieren además, que se vaya la señora Boluarte de la presidencia de la República. Esa es una mentira más de las izquierdas arrogantes y altaneras que desde la comodidad de sus oficinas de lujo –en Lima, Cusco y Arequipa-, incentivan negativamente a los más pobres para que sean empujados por los militantes de la subversión a un enfrentamiento donde los jefes del narcosocialismo no dan la cara, donde los autodenominados dirigentes se esconden luego de azuzar bloqueos e incendios y donde los más jóvenes, hasta niños, son lanzados como las piedras y balas que empuñan sus camaradas, hacia ataques violentos que deben y tienen que ser repelidos con la fuerza de la Ley y en algunos casos, con las armas que la Ley permite.
A esa izquierda llena de odio y experta en manipulación no le interesa uno, diez, veinte o cuantos peruanos fallezcan, ellos quieren cadáveres para lucrar, ellos quieren cadáveres para pedir dinero, para gestionar juicios que duran décadas, mientras los familiares son usados en marchas, afiches, programas de televisión y demandas eternas, gracias a las cuales cobran ellos por las víctimas millonarios sueldos (eso hacen los caviares con la desgracia ajena, la que ellos, los caviares provocan, estimulan y aplauden). Pero vayan a ver sus casas, donde jamás un campesino, un obrero, un maestro, un estudiante de los Andes o de la protesta en las ciudades más grandes, jamás han sido acogidos, porque el racismo de los caviares del himno hipócrita de los derechos humanos los expulsa de sus alfombras y piscinas.
Hoy como ayer y como antes de ayer, las izquierdas repulsivas, la ultraizquierda cobarde y asesina, sigue empujando a los más pobres a ritmo de esperanzas que son mentiras, al son de la música del engaño. ¿Porqué no hay ni un solo dirigente comunista, ni un solo congresista comunista, ni un solo periodista comunista o asolapado que ha sido detenido en flagrancia, colocando explosivos, con un lanzacohete o bloqueando carreteras, o incendiando fábricas, delegaciones policiales o locales de las fiscalías? Porque los dirigentes, congresistas y comunicadores de la ultraizquierda son manipuladores, usan a la gente, engañan a los más pobres y desesperados para que sean “carne de cañón”.
Pero en las redes sociales (es decir, de nuevo, detrás de las calles y detrás las acciones de violencia) la ultraizquierda ya se quitó la máscara y muestra su verdadero rostro subversivo pidiendo guerra contra la Policía, guerra contra nuestras Fuerzas Armadas, guerra contra la sociedad peruana en su conjunto.
Ni un solo comunista está en la primera línea jamás, nunca, eso les asquea, eso les repugna. Ni un solo comunista da la cara -al contrario-, golpean por la espalda, como siempre, como lo cobardes que son y frente a ello, el Pueblo, el verdadero pueblo se levanta en la hora presente para rechazar la violencia del partido comunista Perú libre y de todos sus aliados, los visibles y los que andan bajo la mesa, ruines traidores de una nación que no merece tenerlos en libertad, sino enrejados como su patrón Abimael Guzmán.
Estamos en guerra contra el terrorismo, porque el terrorismo le ha declarado la guerra al Perú.