La ahora Representante del Distrito No. 35 del Estado de California nació en Escuintla, Guatemala en 1965. A la edad de 5 años, luego de perder a su madre, se fue ilegalmente a los Estados Unidos con su padre y hermanos. En esa época, hacerse ciudadano estadounidense era un proceso fácil y rápido, y más tarde que temprano se hicieron todos ciudadanos estadounidenses.
Desde niña, toda su educación la recibió en entidades enfocadas en sembrar el resentimiento social en los alumnos. Se educó en el Rio Hondo High-School, entidad que se dedica a sembrar su visión de justicia social en los niños que más que educar, adoctrina. Hablan de racismo, enemistad de clases, y odio a los blancos. Ente que funciona con dinero federal.
Luego pasó al Mt. San Antonio College, que entre otros temas, estimula el activismo cívico, que se traduce en servicio burocrático o involucramiento en organizaciones sin fines de lucro.
Finalmente, concluyó sus estudios en el National Labour College, donde todos los sindicalistas que pueden, envían a sus hijos a “estudiar”.
Esto explica, claramente, porqué Norma Torres en su léxico refleja un pensamiento totalmente anti empresarial, y profundamente convencida de la retórica de moda: todo es racismo, todo es abuso, todo es injusticia, todo es corrupción, si viene de quienes no piensan como ella.
Su carrera política, como era lógico luego de semejante trayectoria educativa y lavado de cerebro, inició como miembro del sindicato denominado Federación Americana de Trabajadores Estatales, del Condado y Municipales (AFSCME). La AFSCME es miembro de la AFL-CIO, la famosa sombrilla sindical que abarca casi todo el movimiento de sindicatos en los Estados Unidos. Esta “federación” sindical estadounidense está unida a la Internacional Socialista y es cercana a los grupos comunistas de Europa.
Con estos antecedentes, queda claro que la mujer que más pretende influir en la mayoría Demócrata en la Cámara de Representantes con referencia a las políticas hacia América Latina es una socialista rematada, adoctrinada desde la niñez, convencida de su retórica.
Como medida de presión para los gobiernos que no le obedecen, en el 2019 se inventó la famosa “lista Engels” (por el ex Representante Eliot Engels) para incluir políticos, militares y empresarios que no son del agrado de Torres, a los que como castigo se les retirará su visa estadounidense.
Ahora, la brillante Torres amenaza a países como Guatemala, Honduras y El Salvador, con pedirle al Presidente Joe Biden que corte la ayuda para el desarrollo.
En el caso de Guatemala, por ejemplo, la Congresista cree que es un castigo para Guatemala que retiren ayuda que la página de USAID divide en: 55 millones de Dólares para programas dedicados a la gobernabilidad, 40 millones para temas de ayuda humanitaria, 15 millones para gastos administrativos de USAID, 13 millones para programas agrícolas, 11 millones para temas de salud, 9.8 millones para programas que estimulen el crecimiento económico, 8.2 millones para otros programas y 5 millones para educación.
Si cortan esa ayuda, el “daño” aparente sería para los gobiernos y sobre todo, hacia las organizaciones no gubernamentales que son quienes reciben la mayor parte de la “ayuda”. Pero principalmente, el daño sería para los mismos Estados Unidos que dicen que sus prioridades son detener la inmigración, combatir el crimen organizado y la corrupción, y combatir al narcotráfico.
Así que los Presidentes de la región debieran entender que las amenazas hacen más daño a los Estados Unidos que a nuestros países. Debieran entender que si bien algunos congresistas pueden amenazar con cortar la “ayuda”, la realidad es que la Administración Biden difícilmente se pegará un tiro en ambos pies cortando esa ayuda. Esto lo debiera entender la ciudadanía, y hacérselo entender a los gobernantes.
Esperar que asimilen el concepto los medios tradicionales en países como Argentina, Guatemala, Colombia o Chile, es esperar peras del Olmo.