La terquedad humana es una estrechez de pensamiento ocasionada por voluntarismo al dar demasiado crédito a la autonomía individual y aferrarse a ella.
Toda persona, cuando está en sus buenos cabales, cuenta con las opiniones y consejos de los demás que enriquecen y mejoran sus puntos de vista.
La mala educación
Las terquedades de los adultos pueden tener su origen en los engreimientos permitidos en el hogar. Cuando el niño quiere que sus padres le den todo lo que pide.
La familia que consciente los antojos de un niño, contribuye a deformar su voluntad. Ese niño que pide y decide sin escuchar consejos de las personas que le razonan porque lo quieren, es un necio. Si no se corrige a tiempo su voluntarismo lo hará un tirano.
Sordos para la verdad
Hoy muchas mamás se quejan porque su hijo no le hace caso. No quiere oír las razones, está cerrado y es muy difícil convencerlo.
A esta realidad cada vez más extendida le echa más leña la mala educación que hay en los colegios y en las universidades, cuando se fomenta en los alumnos una autonomía o independencia con respecto a sus padres o a personas buenas que aconsejan.
Cuando le dicen al alumno: “tú tienes que hacer lo que tú decidas” si más, sin darle explicaciones, como si la libertad fuera solo hacer lo que me da la gana, libre e independiente sin tener en cuenta el criterio de los demás.
De esa mala educación surge la “sordera inmoral”, el no querer oír las razones, como si no importara la verdad sino la conveniencia personal por el beneficio que se va a recibir o porque la imaginación, que es “la loca de la casa” crea en la cabeza una fantasía.
Hoy muchas personas que han descuidado su formación, construyen con el voluntarismo una “verdad” falsa y se empeñan en defenderla.
Renuncian a usar la razón porque tienen una fuerte voluntad que la sustituye. Estos son los fanáticos que puede usar cualquier medio para conseguir lo que ellos quieren.
La siembra y la cosecha del odio
Como no tienen un amor ordenado son víctimas de la siembra de odio (que es también un amor de resentimiento) que ocupa su corazón y los impulsa a defender “con las uñas” la falsa verdad que es una mentira tejida con acciones inmorales por los sembradores impuros del odio.
Nunca de un mal puede salir un bien, y si se ha generalizado la complicidad de los que se han apuntado a una causa indigna, en poco tiempo empiezan a pelearse y traicionarse los más ambiciosos, mientras llevan a los demás al descalabro.
Lo malo es que no solo los maliciosos se perjudican, también caen los imberbes, los ignorantes y, lamentablemente, muchas personas sencillas que fueron engañadas.
En estos tiempos las advertencias para que se hagan las cosas bien suelen caer en saco roto.
El descuido en la educación de los chicos en las familias y en los colegios se nota en todos los ambientes laborales de una sociedad.
Hay “sordos” en las empresas, en el parlamento, en las autoridades, en los políticos.
Se señala la verdad con pruebas fehacientes y no hay una reacción de reconocimiento y aceptación. Hay un silencio atroz, y cuando sea necesario se crean cortinas de humo para que no se vea la realidad.
La ceguera y sordera inmoral
Hay sordera y ceguera inmoral. No se quiere oír y no se quiere ver. La suerte está echada. Ya está todo decidido, como el niño engreído que quiere conseguir, de todas maneras, lo que él pide. Él no ha hecho ningún esfuerzo solo quiere el beneficio para tener más y no le importa nada más.
Esta es una enfermedad social que clama al Cielo. No es solo el amor a la democracia, ni el amor al país. Es el amor a la verdad, que eso es lo que está faltando y lo que nos hace libres y felices a todos.
En otras palabras, el amor a la verdad es lo que da autenticidad al amor a Dios, a nuestra familia y por lo tanto a nuestro país. La democracia es un medio, para que las instituciones del país funcionen para el desarrollo, progreso y libertad de cada persona.
Solo nos queda rezar para que Dios mueva la cabeza y los corazones de los que tendrían que encontrar la verdad para ser libres. (P. Manuel Tamayo)