Escribe, Francisco Bobadilla.- Raissa Maritain (1883-1960) escribió un delicioso libro sobre las grandes amistades que cultivaron ella y su esposo Jacques Maritain. Amigos entrañables como Charles Peguy, Leon Bloy y su esposa, Ernesto Psichari, Mercedes de Gournay… Edith Stein (1891-1942), de origen judío y santa católica, cuenta sus paseos en bicicleta con amigos y amigas. Alguna noche lo pasaban en el campo, acurrucados todos para protegerse del mal tiempo.
Pienso en esos paseos e imagino lo bien que lo pasaban. Romano Guardini (1885-1968), sacerdote y filósofo alemán, se reunía con universitarios y universitarias en viejos castillos. Fines de semana hablando de todo y soñando cambiar el mundo.
Juan Pablo II fue un hombre de una personalidad extraordinaria. Tenía la fineza del poeta, la agudeza del filósofo, la profundidad del teólogo y la altura de un santo. Un hombre con una gran capacidad de llegar a la gente, jóvenes y mayores. Y entre sus muchas dotes tuvo el don de hacer amigos. Por donde iba se escuchaba a voz en cuello la frase “Juan Pablo, amigo”.
En una ocasión cuando estaba en una reunión multitudinaria con miles de universitarios en Roma, le cantaron una canción cuya letra llevaba el siguiente verso “algo se muere en el alma, cuando un amigo se va”. Al término de la misma, Juan Pablo II respondió a los muchachos preguntándoles: ¿y cuándo se van tantos amigos, cómo queda el alma? Juan Pablo II sabía de muchas cosas, y entre ellas, supo ser un buen amigo de sus amigos y no tuvo miedo de poner el corazón en las manos de ellos.
Juan Pablo II cultivó como nadie las grandes amistades y los tantos amores que tuvo los pasó por el corazón de quien fue su gran Amor: la Santísima Virgen de quien siempre se supo Totus tuus, todo tuyo.