Pocas veces, en la vida misma, se hace de un argumento inventado, una especie de idea central para definir lo que consideramos válido, necesario, impredecible y quizás -o hasta tal vez- funesto. Es difícil mencionar el error como parte de alguien que ha pensado en no cometerlo (ese error) y se confunden los pensamientos con los “arranques de la voluntad”, aunque esa voluntad en realidad no sea producto racional, sino reacción de odio.
La verdad es un debate constante donde nadie se define con certidumbre. Irracional y paradójico que la verdad pueda ser mentira y la mentira, verdad. Así estamos en el mundo fabuloso de “todo al revés”, donde en lo único que somos propietarios silenciosos o abrumados, gritones o en pose de despellejar, es en nuestra verdad. ¿No lo entiendes? Es que te niegas a mi verdad y generas sobre lo opuesto a mi verdad, una mentira que es ahora, tu verdad, no “la” verdad. Los seres humanos estamos perdiendo mucho tiempo en negaciones, para someternos a lo contrario (inconductas, inmoralidades, irracionalidad, estupidez grado imbecilidad).
Vienen entonces las paradojas y las confusiones por ignorancia, que ahora es la nueva inteligencia (en el teatro del absurdo: todo lo contrario, a lo racional, se impone por la metodología de la “nueva” verdad, que asume miles de rostros).
Leía a algunos sociólogos y filósofos tratando de sustentar sus -así llamadas- disquisiciones, algo que se hace conocer tontamente como análisis (de ellos, por cierto). Entonces, la fineza de la honestidad intelectual no existe y se derrumba al no poseerla en cada uno, sino que se trata de asumirla siendo una caricatura, mueca, careta de la obligación actual.
El texto oculto de la verdad está escrito hace tiempo y nadie lo lee, pocos lo entienden, escasos lo aprenden y es porque le temen a las palabras y al efecto devastador sobre las mentiras oficiales, que son esos discursos que los medios de comunicación convierten en la narrativa asesina de la Libertad.
Estamos en la tenebrosa “Era Caviar”, pretendiendo creernos el cuento que las izquierdas del odio, sobre todo las acomodadas, son parte de la estructura que la democracia necesita. Eso es incorrecto.
La verdad, única y autentica, nos exige sobrepasar y no sobrellevar los rostros del marxismo, que van cambiando de nombres comerciales como de composición en rostros (malhechores, corruptos, terroristas, extorsionadores, sindicalistas de nulidad laboral, manipuladores de la información y asesinos de la política).
El momento ha sido ayer, la ejecución, es ahora: imponer la verdad.