Los tiempos actuales no son modernos, son de anarquía y desvalorización, se trata de momentos de interés y espacios de confusión sobre los cuales, unos cuantos deshonestos se prodigan el dominio de las verdades que se han inventado, para engañar a las masas y llevarlas a la podredumbre de su existencia. Es más, juegan a ser una voz de otros, un rostro de otros, pero en la práctica, suprimen voces, atormentan rostros.
En el Perú de este siglo de la oscuridad, no existen militantes ni partidos como instituciones, sino “acuerdos de rufianes y compromisos entre estafadores” que han pervertido a la política para convertirla en una sinuosa forma de hacer dinero con los centavos de millones de pobres. Esa es la realidad, que no es triste, sino desgarradora en todas sus formas y poses.
La democracia, como la libertad, se descascaran, se pelan con cuchillo en mano para que se sequen y no se den frutos, para que sean el fruto perdido en todo caso. Eliminar la idea de libertad y despotricar de la razón de la democracia, es la acción y la reacción de la nueva revolución permanente del marxismo actual, que no se llama marxismo sino cualquier otra cosa (progresismo, socialismo, ambientalismo, refromismo y quien sabe que otra palabra se pondrán para no ser, a los ojos de todos, lo que decían ser: comunistas).
Entramos a una fase amplia y renegada de no querer saber nada de democracia, porque “esta democracia, no es democracia” (¿te suena?). Entramos de hecho a un camino donde la libertad “se interpreta” al gusto y disgusto de cualquier imbécil que se coloca título de referente, analista, vocero, líder, jefe, dirigente, candidato, cualquier mote de sabor agrio y mirada amarga que quiere concentrar el descontento para hacerlo violencia en las calles y cobrar si se producen muertes. Sembrar para arrasar, contrabandear para lucrar, esas son las misiones de los topos y piratas de la democracia y la libertad.
Las izquierdas en sus máscaras más comunes y sucias, siguen apostando a la confusión para ganar activistas que luego son traicionados. Ya no tienen militantes, ya no tienen partidos, se filtran e infiltran en los gobiernos, usan el poder que nadie les otorgó en elecciones, son acomodados debajo de la mesa de pactos turbios y aprovechan las nuevas condiciones para repetir las viejas practicas y prácticas de destrucción social.
Vivimos hoy, las parodias y engaños a la libertad y a la democracia. Y en eso, las izquierdas son las reinas del odio y las vasallas de sus resentimientos.

