Si fuese extranjero me reiría del Perú y lo tildaría de republiqueta bananera; si fuese cínico repetiría con Martín Adán “hemos vuelto a la normalidad”. Pero como peruano demócrata siento ira al ver cómo el cinismo de tanta gente “de bien” les impide calificar a Vizcarra de autócrata miserable.
Son despreciables esos dizque juristas, quienes insisten en buscar justificaciones para el golpe de Estado y el cierre del Congreso. Increíble que ex miembros del TC y hasta el propio Defensor del Pueblo hagan malabarismos lingüísticos y no se atrevan a condenar lo ocurrido mientras blindan a un moqueguano incapaz, aventurero, con fuerte carga de denuncias penales, aval del acuerdo vendepatria con Odebrecht, protector del club de la construcción y hoy autoinvestido de tirano, al punto de atreverse a regalar la ciudadanía peruana a venezolanos expatriados a cambio de votos.
Me resisto a aceptar que la fuerza de Vizcarra haya partido del cuartelazo que dieron los comandantes generales de las FF.AA. usando sus sonrisas mafiosas en una fotografía palaciega que reemplaza a tanques y metralletas. Como descendiente de fundadores de la República y héroes calificados de la patria, como profesor de militares y defensor de sus derechos, no entiendo cómo un puñado de entorchados traicionan instituciones sagradas después de la larga persecución maldita de los aliados del vizcarrato: caviares, comunistas y aquellos que persiguen a oficiales y personal que nos libraron del terrorismo genocida.
Cobardía o algo muy turbio debe haber para que la reserva moral de nuestra milicia haya sido traicionada tan arteramente; pero confío en que al final ninguno escapará a las justas sanciones por su deshonor.
Desprecio a propietarios y editores de medios de comunicación que no son solo guaripoleras del autócrata de turno, sino prostitutas que a última hora intentan virar sus líneas editoriales porque intuyen que pronto la democracia será recuperada.
Y espero que el quinto infierno del Dante aguarde a esa gentuza que en los cócteles virreinales de Lima sigue diciéndose demócrata, mientras al mismo tiempo de justificar a Vizcarra dicen odiar al felón Velasco Alvarado, como si hubiera alguna diferencia sustantiva.
La dictadura está afilándose las uñas para imponer, a través de la farsa electoral anunciada, una Constituyente comunistoide -o un reemplazo manipulable o la continuidad del usurpador-. Comprobaremos entonces cómo la farsantería que hoy celebra al dictador, será la primera víctima del monstruo que ahora acuña.
De momento sigamos en la resistencia y tomemos nota de quien es quien: las traiciones se pagan.