“No soy de los que creen que el pueblo no se equivoca nunca. Lo ha hecho muchas veces, y con daño, tanto en otros países como en éste. Lo que si digo es que en todas las disputas entre el pueblo y sus gobernantes las presunciones están por lo menos a la par en favor del pueblo. Acaso la experiencia justifique el ir más allá. Cuando el descontento popular ha prevalecido mucho, puede afirmarse y sostenerse de modo general que se ha echado de menos algo en la constitución o en la conducta de los gobernantes. El pueblo no tiene interés en el desorden. Cuando obra mal ello constituye su error, no su delito. Pero con los gobernantes no ocurre así. Pueden ciertamente obrar mal de intento y no por error”
“Cada edad tiene sus costumbres y su política depende de ellas, no se harán contra una Constitución plenamente formada y madura los mismos intentos que se hicieron para destruirla en su cuna o impedir su crecimiento durante su infancia”
“Antes de que se confíen a los hombres los puestos de confianza del Estado, deberían haber obtenido por su conducta un grado tal de estimación en su país que pudiera servir de garantía al pueblo y de seguridad de que no han de abusar de su confianza. No es pequeña seguridad de un uso adecuado del poder el hecho de que un hombre haya mostrado, por el tenor general de sus acciones, que el afecto, la buena opinión y la confianza de sus conciudadanos ha figurado entre los objetos principales de su vida; y que no ha debido las degradaciones de su poder o fortuna al desprecio constante o a una retirada ocasional de su estimación”
“El hombre que antes de llegar al poder no tiene amigos, o que al llegar a él se ve obligado a abandonar a los que tiene, o que al perderlo no tiene amigos que simpaticen con él; que no tiene influencia en ningún grupo de intereses comerciales o territoriales, sino cuya importancia ha comenzado con su cargo y ha de terminar con toda seguridad con él, es una persona a la que un Parlamento no debería tolerar nunca que continuase en uno de los puestos que confieren la guía y la dirección de nuestros asuntos públicos, porque tal hombre no tiene conexión con los intereses del pueblo”
“No se debería soportar nunca que dominasen el Estado esos grupos de intrigantes que se han unido sin ningún principio público, con objeto de vender su iniquidad combinada a un precio más elevado del que alcanzaría si la hubiesen vendido individualmente, y que son, por consiguiente, universalmente odiados, porque no tienen conexión con los sentimientos y opiniones del pueblo”
“Indudablemente que la mejor administración encontrará una gran oposición, en tanto que la peor tendrá más apoyo del que merece. Nunca faltarán, suficientes apariencias para quienes estén decididos a engañarse a sí mismos. Quienes quieren nivelarlo todo y confundir bien con mal, utilizan constantemente una falacia que consiste en hacer hincapié en los inconvenientes que presenta toda decisión, sin tomar en cuenta la diferencia de peso e importancia de esos inconvenientes. El problema no se refiere al descontento absoluto o a la satisfacción perfecta en el gobierno; ninguno de ellos puede ser puro y sin mezcla, en ningún momento ni sistema. La controversia gira en tomo al grado de complacencia del pueblo que es posible lograr y se debe, ciertamente, buscar”
“El poder del pueblo dentro de las leyes tiene que ser suficiente para proteger a todo representante en el ejercicio de su deber o ese deber no puede cumplirse”
Edmund Burke, Inglaterra
Reseña de Arena Constanza, Boston, USA