Escribe, P. Manuel Tamayo.- El lobo puede ser cualquier caudillo tirano que estudia la ignorancia del pueblo (agnotología), para poder manipularlo de acuerdo a sus intereses personales o partidarios. Construye todo un andamiaje estructural en un pantano, un monumento efímero, que le puede dar beneficios durante un tiempo engañando a una gran mayoría indulgente e ingenua.
La foto sale bien como si estuviera todo ordenado y bien intencionado. Poco a poco irán apareciendo las grietas y quedará al descubierto el cuentazo que utilizó con los aliados que buscaban prebendas y con los ingenuos que fueron engañados.
Algunos de estos caudillos logran escapar con su botín porque dejaron cómplices que fueron favorecidos por sus malévolas artimañas. Otros son arrinconados por alguna circunstancia que no le fue favorable o por las peleas y odios que surgen de los contubernios donde todo es hipocresía y mentira. Da asco.
Los maquillajes del poder mediático
Vivimos en medio de lobos disfrazados de ovejas y lo peor de todo es que seguimos viendo ovejas y escuchando los discursos de los demagogos de turno. A ellos se suma todo un poder mediático que avanza tejiendo un harapo de inmundicia con la complicidad de las empresas que buscan el dinero por encima de la honradez y de la moral de lo que debe ser correcto y responde a la verdad.
Hay una conspiración mundial para informar de acuerdo a la conveniencia de unas directrices, que imponen unos criterios de opinión que no admiten discrepancias. Ellos son los que tienen la razón y todos deben opinar como ellos. Defienden a los que quieren imponer un estilo de vida a la fuerza y de una manera torpe y grosera. No hay más que ver el tipo de manifestaciones que organizan. Todo lo hacen por “amor a la plata”, al poder y para encubrir entuertos de lo que hicieron mal. Las personas metidas en estos negociados suelen tener rabo de paja.
Los caudillos de la mentira son lobos disfrazados de oveja y las grandes mayorías son como la Caperucita roja. Cuando este cuento es escenificado, los niños más pequeños intervienen advirtiéndole a la caperucita que no es su abuelita sino el lobo feroz.
Hoy es urgente advertir que el lobo se está disfrazando de abuelita. Las cosas hay que llamarlas por su nombre y no sucumbir nunca a los tramposos que quieren salirse con la suya de un modo ilegal y mentiroso, hundiendo todo lo bueno y noble.
Siempre es necesario luchar para defender la verdad y no sucumbir a la tentación de dejar pasar, como si lo que se quiere construir, sin una sólida base, pueda ser una alternativa.
Cuando el mal no se detiene a tiempo el derrumbe es espectacular y con el paso de los años es muy difícil revertirlo. (P. Manuel Tamayo)