Francisco insistió en la posición de la Iglesia sobre los cambios climáticos, el desarme nuclear, la trata de blancas, o de seres humanos y superar el hambre en el mundo y subrayó que “los cambios globales están cada vez más influenciados por las acciones humanas. Por lo tanto también se necesitan respuestas adecuadas para salvaguardar la salud del planeta y las poblaciones, la salud está en peligro por todas las actividades humanas que utilizan combustibles fósiles y la deforestación del planeta”.
“La comunidad científica, después de haber avanzado en la identificación de estos riesgos, ahora debe proponer soluciones válidas y persuadir a las empresas y sus líderes para que los persigan. En esta perspectiva, los miembros de la Pontifica Academia estudian los problemas en profundidad, por medio de las diferentes disciplinas como la física, astronomía, biología, genética y química, ofreciendo así un servicio a la humanidad”, expresó el pontífice a los científicos.
Asimismo señaló el Papa que “los pueblos piden con razón participar en la construcción de sus sociedades. Los derechos universales proclamados deben convertirse en realidad para todos, y la ciencia puede contribuir de manera decisiva a este proceso, rompiendo las barreras que lo obstaculizan”.
Francisco afirmó “que hace falta de voluntad política y determinación para detener la carrera de armamentos y poner fin a las guerras, para avanzar urgentemente hacia energías renovables, a programas para garantizar agua, alimentos y salud para todos, invertir por el bien común el enorme capital que permanece inactivo en los paraísos fiscales.
Asimismo señaló que “el mundo de la ciencia, que en el pasado asumió posiciones de autonomía y de autosuficiencia, con actitudes de desconfianza en la confrontación de los valores espirituales y religiosos, hoy, en cambio, parece haber adquirido una mayor conciencia de la cada vez más compleja realidad del mundo y del ser humano”.
“Ha surgido una cierta inseguridad y un cierto tiempo ante la posible evolución de una ciencia y de una tecnología que, si se abandona sin control a sí misma, puede dar la espalda al bien de las personas y de los pueblos”.
Aseguró que “la ciencia y la tecnología influyen en la sociedad, pero también los pueblos, con sus valores y sus costumbres, influyen, a su vez en la ciencia. Con frecuencia, la dirección y el énfasis que se aplica a determinados desarrollos de la investigación científica están influidos por opiniones ampliamente compartidas, y por deseo el felicidad inscrito en la naturaleza humana”.
No obstante, “tenemos necesidad de una mayor atención a los valores y a los bienes fundamentales que se encuentran en la base de la relación entre los pueblos, sociedad y ciencia. Tal relación exige un replanteamiento dirigido a promover el progreso integral de todo ser humano y del bien común”.
Francisco subrayó que “diálogo abierto y atento discernimiento son indispensables, especialmente cuando la ciencia se vuelve más compleja y el horizonte que se abre hace emerger desafíos decisivos para el futuro de la humanidad. Hoy, de hecho, tanto la evolución social como los cambios científicos se producen de una forma cada vez más veloz”.
“Estos cambios interconectados entre ellos exigen un compromiso sabio y responsable por parte de la comunidad científica”, reclamó.
“La bella seguridad de la ‘torre de marfil’ de los primeros tiempos modernos, ha dejado el lugar, en muchos casos, a una saludable inquietud, para lo cual el científico de hoy se abre más fácilmente a los valores religiosos y contempla, más allá de las adquisiciones científicas, la riqueza del mundo espiritual de los pueblos, y la luz de la trascendencia divina”.
“La comunidad científica es parte de la sociedad y no debe considerarse como separada e independiente. De hecho, está llamada a servir a la familia humana y a su desarrollo integral”, defendió Francisco.+