La sociedad civil necesita condenar cada vez más a la caviarada, a ese conjunto disperso por momentos y apiñado cuando se filtran en el poder, porque han condenado la historia del Perú a una secuencia larga de gobiernos inestables, con capacidad de retroceso frente al esperado camino del desarrollo que aunque incipiente, se nos muestra como única oportunidad en determinados momentos de la vida. La caviarada, el nebuloso mundo de los caviares, llenos de odios y rencores por ser lo que son, pero echándole la culpa a los demás, son los responsables del virus de la ineptitud, el chantaje, el acomodo interesado, la succión del presupuesto público y la traición popular.
No son esperanza ni ilusión, pero juegan con las esperanzas y las ilusiones, haciendo creer a todos que lo que pregonan es útil y correcto -en sus encabezados-, pero cuando escarbas para ver el contenido, no es nada que sirva, no es nada que construya. Y así ha sido, es y será siempre la perspectiva, el discurso y la profecía caviar: un bla bla bla blanquiñoso vestido de títulos inconsistentes y sugerencias insostenibles que se hacen notar como lo mejor que se podría tener, hasta que los resultados demuestran todo lo contrario desde el principio.
Los caviares se molestan cuando se les señala o se les nombra, graficando sus salarios que salen del dinero de los más pobres (de los impuestos que hasta el más humilde paga cuando consume un pan durante todo el día). Los caviares cobran de la famosa teta del Estado, de eso viven “esos vivos”, que pregonan igualdades pero son asquerosamente racistas empedernidos fuera de las fotos de sus redes sociales. Los caviares nadan en lujos, placeres y dispendios, carecen de solidaridad, son “inafectivos” y sus odios les condenan tanto y cada vez más, que se han ido reduciendo en cada elección, al punto de no ser más que un espectro del total nacional. Pero, alerta, se meten por cualquier desague, son expertos en filtrarse por cualquier rendija y para sacarlos, se necesita mucha paciencia y demasiada valentía porque se victimizan escandalosamente y son capaces de denunciar ante organismos internacionales, también invadidos de caviares, que los discriminan o maltratan, siendo ellos los primeros discriminadores sociales y los primeros maltratadores de mujeres, sobretodo si son profesionales o académicas.
Los caviares estaban felices en el MIDIS Ministerio de Inclusión y Desarrollo Social con la señora Boluarte, cuando ella era la vicepresidente del golpista Castillo -de izquierda como ellos-, y siendo Boluarte una caviarona de temporadas como ellos, no les apestaba como ahora -que los sacó del gobierno y de millonarias consultorías-. Es decir, los caviares no pestañearon antes porque hacían mérito a su frase “no me importa cómo, ni con quien”, con tal de lucrar.
Ahora predican que su ex socia y ex jefa es una dictadora (mucha categoría para una autoritaria que está aplicando el plan de permanencia de los golpistas de Castillo y el partido comunista Perú libre). Ahora los caviares, toda la caviarada se siente que debe sacarla y debe tener un guión nuevo porque si Fujimori llegase a morir, debe haber un nuevo discurso anti-derecha y ponerle el apelativo de representante de la derecha a Boluarte, siendo de izquierda, creen que les será de utilidad por las siguientes décadas de desorden político en el país de los grandes enfrentamientos.
Si tuviesen por lo menos algunas ideas los caviares, si elaborasen unas cuantas propuestas sustentables, con argumentos y proyección, tal vez serían perdonados los integrantes de la caviarada y los demás sectores políticos, pequeños también, bastante degradados también, podrían rescatar de mil, por lo menos uno al servicio del Perú, pero esa historia, parece imposible.