La moda de los que quieren usar títulos que no existen, es algo usual en el Perú, donde un cualquiera puede ser considerado “doctor” de lo que sea, sin haber cursado ningun doctorado. Por ello, es usual que se “doctoree” o se haga “ingeniero” a quien sale a decir algo -en los medios de comunicación- que parece consistente y en realidad, es pura palabrería, discurso barato, respuestas a preguntas de periodistas muy mal preparados y quizás, un acuerdo bajo la mesa, para hacer famoso por unos minutos o unas semanas a alguien cercano a la dirección política del medio (porque ahora, todos los medios, tienen una dirección política que hace, hunde, maltrata, domina, condiciona, chantajea, extorsiona, emblematiza, homenajea, rinde culto y aplaude, honra y deshonra a quien sea, por orden “de arriba”, eso nos dicen los amigos y los no amigos que trabajan o subsisten en la televisión, radioemisoras, periódicos y semanarios, los portales web, empresas que dicen que manejan situaciones de crisis y arman soportes comunicacionales… nos lo han dicho, muchos nos cuentan y comentan de todo eso y ya les comentaremos posteriormente más).
Se han multiplicado como esporas, una suerte de paladines intelectuales, engominados, que hablan de lo que no saben, porque les regalaron un certificado de estudios mal hechos y los colocaron con saco y una corbata, o con blusa tejida y bufanda sobre manta (así se presentan estos “doctitos y doctitas”), a declarar que tal o cual norma legal no es constitucional, o que tal o cual acto de gobierno es inconstitucional. Y al mismo tiempo, se ponen al frente de ellos, “otros clones” del mismo origen, para sustentar -perdonen la palabra, pero estoy tratando de decir algo cercano a cómo justifican sus absurdos-, que es perfecta la Ley y que tiene amparo legal la decisión presidencial o ministerial.
Uno que no sabe, es rebatido por el que tampoco sabe. Pero son tan ausentes de conocimientos, que se ponen de acuerdo para hacerse ante cámaras, ante micrófonos o en una entrevista, los que conocen más que nadie, los fundamentos constitucionales que nos rigen.
Y es que son tan enredados los “expertos” en sus confusiones y confesiones (políticas en especial) que hacen una mezcla entre el Derecho Constitucional, la normativa congresal, los procedimientos legislativos y el contenido ideológico que los cubre, que nunca llegan a dar argumentos, sino opiniones sesgadas y gritos de activismo.
El Derecho Constitucional, no es lo que dicen hoy en día, los que circularon en sentido contrario por el Tribunal Constitucional para desmerecerlo, tampoco los que reciben un pago por enseñar equivocaciones en algunas universidades e institutos.