Desde hace algunos años se intenta desesperadamente obligar a los ciudadanos a escoger entre la porquería política y la creciente inmundicia partidaria, como si estuviéramos sometidos a ser de izquierdas, aceptando que ese es el único camino o tal vez –como ellos quieren- el único sendero, el del odio, el de la violencia y el resentimiento. En esa disyuntiva inventada, intencional, las izquierdas aparecen siempre autopercibidas como limpias, cristalinas, transparentes, humildes y entregadas a la lucha del pueblo, pero eso no es verdad.
Los jueces de la opinión que nadie expresó como a ellos les gusta y ambicionan, son los cómodos caviares oenegeros, los eternos y cambiantes burócratas que se infiltran en todos los gobiernos –sin excepciones en esa habilidad de intromisión perversa-, los representantes de cientos de “grupos de uno” autodenominados colectivos y agrupaciones que tienen nombres de lo más ridículos por inconsistentes y mentirosos (sobran ejemplos) y por supuesto, las reinas de la fealdad del discurso que se alienta contra cualquier mínimo principio de educación, respeto, solidaridad, integridad y amor al Perú.
Así estamos décadas, sometidos a los designios electorales de cancerberos, piratas y filibusteras, regentes de la maldad y el delito, apoderados del crimen y la angurria por el dinero público. Lo permitimos porque al darnos asco, no queremos ni verlos, pero los escuchamos y hasta leemos para responderles, en vez de enfrentarlos como ahora lo hacen decenas, miles, millones de ciudadanos hartos de la asquerosa izquierda subversiva, hartos de la izquierda con máscaras engomadas por el culto al totalitarismo que se presenta como ave pacífica y se convierte en el buitre sanguinario. Hartos de esa “conjunción distanciada” que se vende desde el sillón de la ociosidad.
Los peruanos tenemos que hacer esfuerzos para construir y reconstruir instituciones y grandes partidos, sólidos, con dirigentes permanentes que siembren tradición y ejemplo, mensaje y doctrina; tenemos un deber de acompañamiento a los esfuerzos pequeños para se conviertan en voces grandes y cimenten patriotismo, ideas y propuestas que nos reconduzcan hacia el progreso y el desarrollo. Sólo así enviaremos al cadalso de la historia a los que creen que pueden meternos a escoger en medio de la izquierda subversiva y la izquierda con máscaras, que al final, son la misma izquierda, la misma negación de la Libertad y la Democracia.
Ni Dina “es”, ni Castillo “fue”, ni Cerrón, Antauro, Bermejo o Mendoza “serán”. ¿Lo entienden ahora?
Imagen referencial, en redes sociales, gráfica de manipulación virtual