Ha causado una gran aceptación la frase “Era Caviar” que desde estas páginas estamos explicando y señalando como el conducto en el tiempo, bajo el cual se han ido agrupando hechos, discursos, movimientos políticos y alianzas de izquierdas con fines electorales en sistemas que rechazan, a fin de recapturar el poder pero de forma total, ya que en más de una ocasión, han tenido que salir de los gobiernos, por derrotas, por crisis, por algo que les caracteriza: corrupción e impunidad. Y es que de las izquierdas del odio, las que repelen y reprimen valores y principios democráticos, solo se puede esperar violencia, ira, resentimiento y una cólera que anida en sus mentes como elemento gatillante hacia la toma del poder local, regional y nacional. Es la nueva forma de hacer el camino de las revoluciones, donde no se deja la cueva de la guerrilla ni las pañoletas del terrorismo militante, sino que se ha creado en paralelo, cual competencia de ver quien llega primero y por dónde, otra máscara de fanatismo y de activismo político en el también “rumbo de cubierta del marxismo”, que significa no decirse comunistas, tampoco auto nombrarse socialistas, sino llevarlo al término progresistas, eco ambientalistas, colectivos de lucha, asamblea de los pueblos y un sinfín de marcas comerciales, porque es eso, un comercio político adaptado a la situación y a la coyuntura (vena y arteria que fluya el activismo y la ideologización).
Las izquierdas del odio se magnifican poderosas y no lo son: “su tamaño es el daño”, que puede ser enorme por cierto, pero no aceptable. No porque se atropellen los derechos humanos, no porque arrasen la dignidad de los pueblos, no porque impongan dictaduras sangrientas, “los ciudadanos tienen que aceptar al marxismo, como si se tratara de la nueva realidad”. Cambiar lo correcto por lo delictivo, no es símbolo de “ahora es así y lo tienen que aceptar en silencio”. Y por ero, la gente se rebela y hace resistencia en calles y redes (las nuevas calles).
Vivimos la dificultad de la participación ciudadana en política, debido a limitantes naturales y limitantes con el origen provocado. Los limitantes naturales, como el trabajo, los estudios, tiempo con la familia, cuidado de la casa, actividades propias (de Fe, vecinales, grupos de amigos, deportes, etc.) son la prioridad para la que en la hora actual, no hay casi tiempo de dedicación (a los amigos ya casi ni se les ve, la gente va menos a los templos y no es constante en el deporte / gimnasio, por citar algunos ejemplos).
Los limitantes con el origen provocado, son los que se generan desde las izquierdas del odio constantemente para impedir, cansar, aburrir o rechazar la participación de un ciudadano en acciones y actividades políticas. Se deja de lado al que hace sombra por su pensamiento y por su forma de expresión, por parecer que puede ser más atrayente que el dirigente, por verse que concita en los demás, la atención que los “líderes” ya no irradian y no contagian. Una sombra se elimina de mil formas, con daño directo (acusaciones, desprestigio, hablar mal de la persona), o mediante cobardes conspiraciones. Así, por eso, en las izquierdas del odio no prevalecen liderazgos ni clases dirigentes, sino cuerpos criminales, de banda, de malhechores sociales.
En suma, en resta, normalizar lo incorrecto, ilegítimo, ilegal, anormal -fuera de lo normal en lo político- viene en paralelo a destruir, arrasar y exterminar valores y principios.
En esa malvada agenda, en la Era Caviar, las izquierdas del odio están acechando y atacando.