De cada mala evaluación en la universidad, un fracaso laboral o una mala decisión en general, siempre existe un aprendizaje. Los resultados de la elección del domingo 16 de mayo en Chile no pueden ser una mejor oportunidad para ello. Ciertamente, pareciera que el gran orgullo de la centro derecha en Latinoamérica, de la noche a la mañana se ve en una encrucijada y su éxito en entredicho.
Por lo mismo, a una semana, conviene proponer una interpretación de los resultados que permitan esos aprendizajes tan necesarios hoy en día. De este modo, de las variadas lecturas que con seguridad se harán, me interesa ahondar en la siguiente: Qué le pasó al Gobierno y a su coalición.
Para lo anterior, un punto central radica en entender que la pérdida de 1.2 millones de votos, (si se compara con la elección Parlamentaria de 2017) es una dispersión que claramente se puede distinguir ahora en independientes (mayoría afín a ideas de izquierda) y en el crecimiento de la izquierda más dura encabezada por el Partido Comunista y el Frente Amplio. La centro izquierda prácticamente desaparece del panorama político, y si para Chile Vamos, el conglomerado del Gobierno, el resultado fue una derrota, para la centro izquierda es verdaderamente un desastre.
Este hecho es el que primeramente debe prender las alarmas, ¿Cómo fue posible y qué se hizo para que personas que hace 3 años votaron por un Presidente de derecha, con un programa marcado por la reactivación económica, fomento del empleo, con la mayor votación histórica, ahora confíen en candidatos que defienden el régimen de Maduro, que sostienen que todo en Chile se hizo mal, y que hace un año justificaban la violencia en algunos casos?
No me convenzo de que las personas hayan cambiado así de la noche a la mañana, y creo que la explicación se debe más bien a la responsabilidad de quienes creyeron que los resultados de una elección serían permanentes, y que por lo mismo, fueron dejando de lado el debate de las ideas por no considerarlo necesario.
Lo anterior va mucho más allá de un discurso mediático, o de presencia en actividades sociales, fue verdaderamente la renuncia de participar a un grupo de la sociedad en ideas que, en lo personal creo, sí han sido exitosas en Chile. El crecimiento económico, el aumento de los alumnos que acceden a la Universidad, la reducción de la pobreza, la mejor calidad de vida que objetivamente existe en Chile, no se condicen con el sentido de pertenencia de dichos logros en la sociedad. Todo lo que se ha conseguido en conjunto no se siente propio por las personas, y sobre eso, debe haber una profunda autocrítica de aquellos que defendemos esas ideas.
Creo que la pregunta concreta que debiese hacerse el sector es simple, ¿Por qué la gente no se siente partícipe del mejor Chile que se ha construido? y la respuesta, intuyo, apunta a la falta de interés y convicción, de promover esas ideas.
Resulta cada vez más difícil ver convicción e interés en la mayoría de los líderes de derecha en Chile, que lamentablemente se ven motivados en defender intereses personales o puntuales, pero no en un proyecto a largo plazo capaz de convocar a la sociedad, y eso, la gente lo advierte.
Ciertamente los procesos como los vividos en Chile no se explican por una o pocas causas como las descritas en esta columna, sin embargo, si se quiere aprovechar esta derrota pedagógicamente, convendrá empezar a hacer la autocrítica desde este minuto si se quiere aprender la lección, y evitar resultados que pueden ser incluso más desastrosos.
Sobre el autor: Carlos es de Osorno, Chile. Abogado y Magíster en Derecho Administrativo de la Universidad de Los Andes. Se desempeñó como Asesor Legislativo en la Fundación Jaime Guzmán y actualmente trabaja en el Ministerio de Educación. También es columnista en PaisLobo.cl y conduce podcast sobre política y actualidad llamado “ActualidadOsorno”.
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