Todas las personas tenemos que saber hablar y callar, de acuerdo a situaciones y circunstancias que lo ameriten.
Hablar o callar en situaciones delicadas y apremiantes, es un arte que procede de la educación que se ha recibido.
Dios nos quiere virtuosos y no personas alteradas o desubicadas, sin sensatez ni tino para para lo que tengamos que comunicar.
Hay situaciones que exigen en conciencia la urgencia de hablar cuanto antes y no dejarlo pasar para otra oportunidad. No decirlo a tiempo puede ser fatal.
La humildad es indispensable para todas las personas
La humildad, que es una gran virtud, la tiene el que ama la verdad y sabe transmitirla con respeto y delicadeza en los momentos y en las ocasiones pertinentes.
La persona humilde que tiene un problema acude rápidamente a quien lo pueda ayudar para salir cuanto antes de una situación que lo agobio o lo esclaviza.
Esa misma persona si ve que no puede y no tiene condiciones para llevar adelante un encargo o un trabajo que le encomienden, si realmente ama la verdad, porque es humilde, lo advierte y da un paso al costado como muestra de honradez y responsabilidad.
Una autoridad tiene el deber de decir siempre la verdad, aunque esta sea dura, tiene que ver la forma de decirla, también con respeto y delicadeza, y no sentirse “dueño” de la verdad; si se equivoca, debe reconocerlo con prontitud y pedir disculpas.
El arte de rectificar y pedir perdón
“Es de sabios rectificar” dice el refrán. Una persona terca y obsesiva, de pensamiento único, lo más probable es que no sea idónea para ocupar cargos de responsabilidad.
Se debe conocer bien la trayectoria de una persona que se presenta para ocupar un cargo de responsabilidad. Todo debe estar muy claro: su cultura, su carrera, su vida personal, sus virtudes, sus experiencias y la capacidad para poder realizar, con entereza y responsabilidad, el trabajo al que se presenta.
El arte de hablar y de callar
El ocultar algo que se debería conocer, en la hoja de vida, es una grave irresponsabilidad que desautoriza automáticamente a la persona porque se pone en evidencia la voluntad de engañar.
Se entiende que existen silencios buenos y responsables como el sigilo sacramental de los sacerdotes, el silencio de oficio de los profesionales y todo lo que no se debe dar a conocer de modo irresponsable y que atenta la honorabilidad de las personas. Todos tenemos derecho a la vida privada y no tenemos porqué ir contándole a los demás lo que forma parte del fuero interno.
Es importante distinguir bien los silencios buenos de los malos. Estos últimos son los que encierran una intención de mentir para desviar la atención de la verdad.
Una persona que es elegida para un cargo público tiene que ser transparente y honrada en las decisiones que toma y en su conducta habitual las 24 horas del día. A la gente hay que decirles siempre la verdad en aquellos asuntos que tienen derecho a saber.
Para tener en cuenta:
Se llama fatalidad a ciertos hechos negativos que tienen un carácter inesperado, pues no estaban previstos y las posibilidades de que ocurrieran eran remotas, nadie los esperaba y cuando aparecen se tienen como fatales. La fatalidad de un hecho se basa precisamente en su imprevisibilidad. Cuando decimos que algo es una fatalidad estamos indicando varias cosas: 1) es algo muy negativo y que normalmente está asociado al sufrimiento. 2) es algo que podría no haber ocurrido, pero desafortunadamente ha sucedido y 3) se trata de unos hechos sobre los cuales intentamos dar una explicación, aunque aparentemente no la tenga. (Wikipedia)
“Algunas personas se han formado —deformado— de tal manera la conciencia que su mutismo, su falta de sencillez, les parece una cosa recta: piensan que es bueno callar. Sucede incluso con almas que han recibido una excelente preparación, que conocen las cosas de Dios; quizá por eso encuentran motivos para convencerse de que conviene callar. Pero están engañados. La sinceridad es necesaria siempre; no valen excusas, aunque parezcan buenas”. (San Josemaría Escrivá, “Amigos de Dios”).
“El infierno está lleno de bocas cerradas” (San Josemaría Escrivá)
Imagen referencial, arte-estigma, conocimiento de sí mismo