Les quiero hablar de un Sacerdote extraordinario, de un condiscípulo de mi colegio -algunos años mayor, pero definitivamente con una energía de inmensa juventud- a quien conocí estando por terminar el colegio que nos une en la primera señal de amistad, los Sagrados Corazones Recoleta.
Y lo conocí una tarde de los años 70 cuando Miguel Ferré, el constructor del PAD de la Universidad de Piura, nos presentó junto a otro buen amigo y luego Cardenal del Perú, Juan Luis Cipriani, en Tradiciones, una casa del Opus Dei, la maravillosa obra fundada por San José María Escrivá de Balaguer. ¡Qué cosas, qué tiempos! Un futbolista muy empeñoso y un basquetbolista de nuestra selección, dos sacerdotes con hinchada y las ideas claras, dos jóvenes profesionales entonces, dos acumuladores de juventud intensa ahora.
Manuel Tamayo, hincha de la “U”, compañero de largos viajes en la camioneta apodada “la pan de molde” (una combi Volkswagen donde íbamos con un grupo de amigos del colegio y del Markham, Santa Margarita, la Inmaculada y Santa María, cantando cientos de kilómetros para aligerar las horas entre Lima y Piura) nos enseñaba con alegría y entusiasmo cosas de Fe, palabras de Fe, actitudes con Fe. Y por supuesto que el Rosario destacaba y se volvió un alimento diario para la Fe que cada día se hizo más grande y hermosa, para transmitirla a nuestras familias, amigos y cada persona que uno ha ido conociendo en el largo camino de la vida.
Con el popular “Don Manuel”, primero en Olivares y luego en Los Andes, dos centros del Opus Dei, ayudábamos a armar los paseos, días de playa, partidos de fútbol y de fulbito como si fueran las finales del mundial o el interbarrios. La intensidad del deporte era nutrición para la amistad, tanto como las meditaciones lo siguen siendo para la fortaleza espiritual en todos. Y los fines de semana, las tertulias, algún cumpleaños, las canciones de la nueva ola y a reír muchísimo, con Juan Luis Cipriani y más y más amigos que rodeábamos a Don Manuel, luego de las meditaciones tan precisas que nos comentaba.
Mi amigo, Don Manuel, ha seguido trascendiendo, porque es un destacado referente en las redes sociales, desde donde libra un trabajo imparable de vivencias y educación, explicando con palabras simples y amenas, la trascendencia de ser católicos en un mundo tan convulsionado, lo que significa el amor, la familia, el matrimonio, el respeto hacia los padres, el ser buenos amigos, mejores estudiantes, honestos profesionales.
Recuerdo por eso con entusiasmo las Bodas de Plata de mis padres, hoy mirándome desde el cielo, cuando concelebró Don Manuel junto a Juan Luis Cipriani en una Misa inolvidable a la cual acudieron los cuatro candidatos a la Alcaldía de Lima y muchos líderes políticos de la época, a la sazón, grandes amigos de mi papá y se quedaron impactados por las palabras del Padre Tamayo, de Don Manuel, cuando dijo que el mundo, que el Perú necesita el testimonio de familias unidas.
Creo por ello, que esa frase es el mayor impacto que siempre llevo en mi vida, esas palabras precisas de Don Manuel, de muchísimas otras por supuesto, pero éstas tan brillantes, que me acompañan cada segundo que respiro y rezo por mi familia y las de todos a quienes conozco.
Rezar, he allí la gran respuesta, el gran ejemplo que Don Manuel Tamayo, deportista, futbolista fuerte, cura entusiasta, intelectual de primer nivel, inspirador de cientos de jóvenes y miles de familias unidas, nos entrega cada día y por eso le digo con aprecio, admiración y amistad: ¡Gracias por tus Bodas de Oro como Sacerdote!